Cuando era todavía un niño, siempre soñé con ser periodista. Soñaba conocer gente diversa, viajar a lugares remotos, ser reconocido por mis ideas y sentimientos, poder ayudar a la gente que no tiene otra forma de expresarse, en fin, todo eso que hace que Gabriel García Márquez nos inste a creer que el periodismo es «el mejor oficio del mundo». Y de ese sueño, prevaleció un sentimiento que se empoderó con los años: soñé con ser periodista para luchar por las causas justas. Así de simple y de complejo, así de cándido. Y el periodismo, este oficio apasionante y peligroso me ha sabido dar muchas satisfacciones de haber trabajado por cumplir, al menos, algunas de las utopías de mi sueño periodístico.
Al pasar de los años, el tremendo ajetreo de este oficio mesiánico me hizo poner los pies en tierra firme. El periodismo, si bien en la universidad me lo inculcaron como el “cuarto poder”, la habilidad de “informar, entretener y educar”; la vida se encargó, a contramano, de desmitificarlo como una profesión en la que las debilidades humanas pueden envilecerlo. Sin embargo, inocencia aparte, el oficio más lindo del mundo, tiene sus reglas éticas y sus técnicas precisas. Procedimientos que están muy lejos de formar parte de los sainetes montados con entrevistas arregladas o con tener acceso a la guarida de los delincuentes que ni la policía puede localizar, por el mercantil propósito de obtener una «exclusiva».
Las entrevistas simultáneas que tres empresas mediáticas ecuatorianas -Diario Expreso, y las televisoras Teleamazonas y Ecuavisa- realizaron al prófugo de la justicia Carlos Pareja Yannuzzelli en Miami, subvirtieron los más elementales procedimientos periodísticos en el campo de la ética y de la técnica. Llama la atención que en busca del “golpe periodístico”, los tres susodichos medios acceden al lugar donde se ocultaba el entrevistado -prófugo de la justicia-, incurriendo al menos, en un acto de encubrimiento al no denunciar a las autoridades el paradero del fugado.
Una vez pactada la entrevista, con quienes debieron hacer de enlace para el lobby previo, los reporteros incurren en un acto ilógico, para quienes conocemos los gajes del oficio: jamás una entrevista que va a generar una evidente expectativa en la audiencia se comparte con la competencia; y, por el contrario, se la realiza de manera exclusiva porque la primicia se convierte en algo sagrado.
Un segundo elemento -aprendido en primer año en la cátedra de Periodismo Informativo-, la fuente se verifica, se contrasta con la realidad para ver su verisimilitud y autenticidad, es decir, si se trata de una denuncia se exige al denunciante elementales pruebas documentadas de los hechos narrados.
Por obvias razones, no se permite en la entrevista ningún elemento que implique minar la credibilidad del entrevistado, o que atente en contra de su imagen de seriedad. Incluso, se debe acordar la exclusividad de la publicación para impedir que la entrevista sea filtrada anticipadamente por cuentas troll en redes sociales.
No prestarse para favorecer o perjudicar a determinado candidato durante un proceso electoral, so pena de perder la más elemental imparcialidad que amerita el oficio. Este es un principio deontológico de la profesión que marca la línea de diferencia entre periodismo, las relaciones públicas o la propaganda.
La entrevista que realizaron, a tres bandas, diario Expreso, Ecuavisa y Teleamazonas, en el mejor de los casos, a todas luces corría el riesgo de ser utilizada por los opositores a la candidatura del binomio Moreno-Glas, dado los contenidos previamente pactados con el entrevistado que pretendía involucrarlos -como lo hizo sin pruebas- en actos de corrupción.
Se ha dicho que el video de las entrevistas se filtró sin autorización de sus autores en las redes como un vulgar trolleo; sea cierto o no, la intención del “tour de prensa a domicilio” no pudo ser otra que provocar un efecto mediático capaz de influir en la voluntad de los electores, a pocas horas del debate convocado por diario El Comercio, y a pocos días de las votaciones generales. Las encuestas reflejan que el objetivo no se cumplió a cabalidad, puesto que el escándalo mediático montado en Miami no formó parte sustancial del “diálogo presidencial” del domingo anterior, sea por la escuálida credibilidad de los medios o porque el pueblo ecuatoriano ya no come cuentos.
La credibilidad se vino al suelo, cuando en uso de un recurso burdo, se lleva a un showman que oficia de poligrafista en el programa farandulero de Don Francisco, para registrar la supuesta veracidad de las afirmaciones del entrevistado. Ese elemento circense, de mal gusto, complotó a que el tiro le saliera por la culata a los montajistas del sainete mediático. Pretender confirmar la verdad en las afirmaciones de un “criminal, prófugo de la justicia”, mencionado en los Panamá Papers, supuesto cabecilla de la corrupción en Petroecuador, propietario de empresas fantasmas en paraísos fiscales, actor de transferencias millonarias y uso de familiares como testaferros, no pudo ser peor fiasco del denunciante bajo la presión de un polígrafo.
Al final de día, el resultado fue que el diario Expreso no publicó la entrevista, porque el entrevistado “no aportó con pruebas” que respalden sus “denuncias”, demostrando que aún existe cierto pudor de conciencia. Ecuavisa desautorizó a su reportera, Tania Tinoco, la asignación periodística aclarando que nunca fue organizada por ese medio y, por tanto, no fue difundida al aire. Teleamazonas no ha dicho todavía su postura, si la entrevista de su reportera Janeth Hinostroza, fue realizada por iniciativa propia o por asignación del jefe de noticias.
En todo caso, más allá de las cuestiones de forma, el contenido de las entrevistas dejó harto que desear, desde el punto de vista periodístico. Al entrevistado, acusado de graves delitos económicos contra el Estado, prófugo de la justicia y clandestino en un país extraño, no se le preguntó cómo obtuvo los millones de dólares que se evidencian en sus cuentas bancarias, dónde están y cuáles son sus cómplices, cuál es el modo operandi del defalco público, en fin preguntas elementales con las que se debió empezar la entrevista. Yannuzzelli afirma a Janet Hinostroza que “no tiene ninguna prueba y que no puede denunciar a Jorge Glas”. Y ella no hace la repregunta: ¿Cuál es entonces la denuncia en firme y con pruebas que tiene contra Glas? Tania Tinoco, en un caso de inducción periodística, pone palabras en boca del entrevistado y finaliza la pantomima sin preguntar al entrevistado nada sobre los Panama Papers que lo involucran en un caso de corrupción por todos conocido.
El país ya tiene las evidencias de que estamos -como ha denunciado el presidente Rafael Correa-, en presencia de corrupción periodística con sainetes montados por medios convertidos en actores políticos a favor y en contra de diversos intereses, y en perjuicio de los gobiernos progresistas de la región. Una acción fraguada en las salas de redacción, en los comités de asignación periodística, en la gerencia de las empresas mediáticas dedicadas a desestabilizar gobiernos. Campañas financiadas por banqueros prófugos de la justicia para favorecer a otros delincuentes huidos del país. Ante el fracaso electoral de los partidos tradicionales y del complot de inteligencia y contrainteligencia de las agencias de espionaje, la prensa comprada por mafias políticas, entra en acción para manipular e influir en la conciencia de la gente, y así crear las condiciones para derrocar regímenes democráticos que se proyectan con soberanía y dignidad por sobre los designios de los amos del imperio.
Las interrogantes caen por su peso. ¿La ley de comunicación debe aplicar sanciones a los periodistas que entrevistan a prófugos de la justicia en la clandestinidad, o debe hacerlo la justicia ordinaria? ¿No es eso apología del delito o encubrimiento? ¿Deben renunciar los periodistas que son desautorizados por sus jefes, ante un error que socava la credibilidad del medio al que representan? ¿Hasta dónde la ciudadanía debe presenciar semejantes sainetes que usan al periodismo como herramienta perversa para hacernos creer que somos cojudos, y no darnos cuenta, de que se trata de actos reñidos con la ética, la legalidad y los más elementales derechos ciudadanos a estar bien informados? ¿No es el momento de exigir a las empresas mediáticas disculpas públicas por ofender nuestra inteligencia, manosear nuestra confianza y pretender engañarnos de manera tan miserable?
Han pasado varios, tal vez suficientes años, para despertar del sueño infantil de ser reportero. Hoy, de cara a la realidad real, me veo en la urgencia de enfrentar con lucidez, sin temor ni favor, la comunicación como un acto de dignidad y el oficio de opinar, informar y educar como un derecho ciudadano. Dejé ya de soñar con ser periodista.