El himno nacional de Chile no menciona al fuego como elemento simbólico de la nación austral. Sin embargo, el agua, la nieve o las brisas, -antítesis del mágico elemento-, son invocados por el poeta-autor de la canción nacional. El fuego, no obstante, está cambiando la geografía y la historia de Chile. Se conoce que el fuego -del latín focus-, es el calor y la luz producidos por la combustión que tiene inicio en la reacción química de oxidación que genera llamas, emanación de vapor de agua y dióxido de carbono.
Las lenguas de fuego simbolizan cambio, purificación y sacrificio, en la conflictiva relación del hombre con los dioses. Su origen divino ha creado una aureola de misterio en torno a las cualidades de la flama, cuyo color vinculado a ciertas características, tiene el poder de evocar atributos de los dioses. Desde los más remotos orígenes, la humanidad se ha sentido fascinada por el poder del fuego que todo lo cambia y pulveriza. La energía omnímoda del fuego lo convirtió en motivo de rituales ancestrales e invocación a espíritus invencibles. Desde que Prometeo robó la llama sagrada a los dioses para entregarla a los hombres, el fuego ha sido un elemento divino y humanizado por el hombre en un mal uso social, convirtiéndolo en fuerza de destrucción.
En Chile, en este instante, permanecen vivas las llamas de varios incendios forestales, con 600 mil hectáreas de territorio arrasadas por el fuego que destruye todo a su paso. El foco iniciado en la comuna de Pumanque, es considerado el mayor incendio en la historia de Chile. Los múltiples siniestros generados durante enero y febrero, -época de verano-, en zonas centrales y australes de Chile, entre las regiones de Coquimbo y Los Lagos, manifiestan mayor intensidad en Magallanes y la Antártida chilena, en el extremo sur. Reportes oficiales no descartan que el fuego sea de origen antrópico, es decir no natural, provocado intencionalmente por la mano humana. Las altas temperaturas estivales, la velocidad de los vientos, baja humedad y la escabrosa geografía de la zona, han estimulado la expansión de las llamas, incluso a sectores poblados.
Investigaciones realizadas confirman que en Chile cerca del 100% de los incendios tienen origen en actividades humanas, “vinculadas a labores silvoagropecuarias, aumento de la población, aumento de la conectividad terrenos urbanos-rurales, mayor presencia de población en terreros rurales durante el periodo estival”. Expertos consideran que el origen antrópico del fuego, deja abierta la posibilidad de que un cambio conductual del hombre frente al recurso forestal permitiría disminuir el impacto de los flagelos. Una investigación establece que “cuando se cambia el bosque nativo por monocultivo (árboles como pino y eucalipto en su mayoría) tal como lo hace la industria forestal chilena, suceden una serie de eventos; la tierra comienza a secarse ya que los árboles jóvenes (de rápido crecimiento) consumen una gran cantidad de agua y nutrientes, lo que no sucede cuando hay biodiversidad y árboles adultos; matas la biodiversidad ya que para que crezcan únicamente pinos o eucaliptos se deben utilizar químicos que aniquilen el resto de la flora; contaminas el agua con las intervenciones industriales, asesinando a todo el ecosistema que dependa de ella; eliminas los sostenes naturales para los períodos de lluvia, imposibilitando la acumulación de agua para el período seco; etc”. Todo lo anterior facilita la aparición y la propagación de incendios.
La publicación relacionada con el origen de los incendios señala: “El Estado de Chile, desde que se instauró el decreto DL 701, subvenciona el 75% de la inversión forestal privada del país. La industria forestal es una de las más rentables del mundo. ¿Por qué los chilenos debemos subvencionar el lucro de privados? ¿Por qué parte de ese dinero no es destinado a CONAF? ¿Por qué el decreto DL 701 no fue derogado con la llegada de la Democracia? ¿Las forestales devolverán el territorio que el Estado de Chile les dio y que pertenecía a los Pueblos Originarios? Hoy la industria forestal está secando nuestra tierra y está acabando con nuestros bosques. Todo bajo el amparo estatal y el subsidio del gobierno de turno, debido al DL 701. Si no se deroga dicho decreto ley, terminaremos este siglo sin bosques y sin un suelo para poder vivir.”
Los informes de la CONAF, Corporación Nacional Forestal, indican que la posible negligencia de empresas eléctricas, ha dado lugar a la generación de fallas. La Fiscalía Regional de O’Higgins ha planteado que el 15% de los incendios de esa región ha tenido causa en errores humanos. En el caso del incendio Nilahue Barahona en Pumanque, el flagelo es responsabilidad de la empresa eléctrica CGE Distribución, por una supuesta falta de mantenimiento de sus redes.
Las autoridades se mantienen en la hipótesis de la culpabilidad humana. Según la prensa chilena, el ministro del Interior, Mario Fernandez, declaró en una interpelacion ante el Congreso Nacional, el 23 de enero: “No estoy dispuesto en descartar que haya intencionalidad humana”, dejando en manos de la policía la investigación de los eventuales delitos vinculados a la catástrofe. Hasta el 26 de enero había más de veinte personas detenidas por su posible participación en la generación de incendios, cifra que aumentó a 43 el 29 de enero, según lo confirmó la presidente Michelle Bachelet. Aún se mantienen activos 130 incendios, de los cuales 66 están en combate, 50 fueron controlados y 14 extinguidos, y han dejado cerca de 3.000 damnificados, decenas de pueblos arrasados y más de un millar de viviendas destruidas. Más de 11.000 personas continúan combatiendo las llamas del fuego, un elemento de origen divino y final terrorífico en manos del hombre.