La noticia suele ser así de severa: la vida de Monseñor Luis Alberto Lunar Tobar se apaga lentamente, decía el reporte. Inmediatamente pensé en ese ser iluminado que conocimos en los años ochenta, luchando por los pobres de un país empobrecido por los poderosos. El comunicado fue escueto: La Conferencia Episcopal informó que, debido a la insuficiencia cardiaca severa, la hipertensión arterial aguda y otras complicaciones de salud que adolece Mons. Alberto Luna Tobar, de 93 años de edad, desde hace más de una semana, está en cuidados paliativos.
Una reseña lo evoca en estos términos: “Nació en Quito el 15 de diciembre de 1923. Creció y fue formado como sacerdote durante la España de los años duros del franquismo, en la orden carmelita. Alumno de los jesuitas en el colegio San Gabriel, de Quito; camillero durante la guerra civil española; torero, jinete, sacerdote, párroco, profesor y luego rector del colegio capitalino de las madres mercedarias, obispo auxiliar de Quito con el cardenal Pablo Muñoz Vega –“uno de los grandes obispos que ha tenido el Ecuador”- y arzobispo, orador sagrado, editorialista de prensa, Alberto Luna ha tenido múltiples facetas. Fray Luis Alberto Luna Tobar llegó como tercer arzobispo de Cuenca un ya lejano 8 de abril de 1981 y llegó para quedarse, hasta encarnar por muchos años gran simpatía en buena parte de la población y en el alma de la ciudad”.
En el régimen del ex presidente León Febres Cordero (1984-1988), Luna Tobar denunció los crímenes contra algunos integrantes del movimiento subversivo Alfaro Vive Carajo. Su permanente denuncia le valió el mote de “cura rojo” por parte de Febres Cordero, a quien combatía públicamente. La Asamblea Nacional le entregó la condecoración “Vicente Rocafuerte” al mérito social y lo calificó como uno de los mayores exponentes del humanismo ecuatoriano en reconocimiento a su larga trayectoria de servicio, al considerarlo como un referente por su trabajo con los pobres de la patria. Además, resaltó su labor en la lucha por la democracia y la defensa de los derechos humanos.
En la memoria que registra lo que verdaderamente es importante en nuestras vidas, emerge la figura de Alberto Luna Tobar como un luchador social incansable. Lo vi sobre el estrado popular hablarles a los indígenas en Azuay, en los años de los levantamientos sociales contra el poder de la bancocracia. Era notable su oratoria por la llama encendida de sus discursos e intervenciones. Siempre tuvo una voz de aliento para todos y un consejo certero. Su homilías y editoriales fueron dardos directos al corazón de los poderosos. Fue violento contra la injusticia, de una cólera de “santa indignación”. Pero tambien era un remanso de paz y perdón para quien llegaba a él con arrepentimiento. Con su infinita convicción en su ideario y sentimientos de solidaridad, anduvo los chaquiñanes más apartados de la serranía para llevar su palabra de aliento y levantamiento indígenas. Fustigó a los politicastros cómplices del festín de la bancocracia, que condenaron al Ecuador al imperdonable pecado social de la miseria. No predicó en el desierto, sino en las alturas del páramo indómito de los campesinos ecuatorianos.
En una ocasión me recibió en su morada, en Cuenca, para una entrevista en la que me hizo comprender con su palabra, aspectos esenciales de la Teología de la Liberación. Me quedó de él, la impronta de un hombre pleno de bondad, hablar pausado, pensamiento profundo y reflexivo. Un ser iluminado por su propia luz, que irradiaba con profunda fe en el hombre y en Dios y que convirtió en alegato de oración por la justicia.
En este instante, el país clama una oración por Luis Alberto Luna Tobar. Guardo silencio a la espera de que nuestro hermano grande, arcángel de los pobres de nuestro Ecuador, eleve su alma a un reino de justicia por el que tanto oró, luchó y predicó con su palabra siempre sabia, siempre buena.
Guardo silencio en un salmo que redime a hombres como Alberto Luna Tobar, en cuerpo y alma. Que sea el poeta quien pronuncie una oración por la vigencia eterna de su querida presencia en este mundo.
Escucha mis palabras oh Señor (Salmo 5)
Escucha mis palabras oh Señor
Oye mis gemidos
Escucha mi protesta
Porque no eres tú un Dios amigo de los dictadores
ni partidario de su política
ni te influencia la propaganda
ni estás en sociedad con el gángster.
No existe sinceridad en sus discursos
ni en sus declaraciones de prensa
Hablan de paz en sus discursos
mientras aumentan su producción de guerra
Hablan de paz en las Conferencias de Paz
y en secreto se preparan para la guerra
Sus radios mentirosos rugen toda la noche
Sus escritorios están llenos de planes criminales
y expedientes siniestros
Pero tú me salvarás de sus planes
Hablan con la boca de las ametralladoras
sus lenguas relucientes
son las bayonetas…
Castígalos oh Dios
malogra su política
confunde sus memorándums
impide sus programas
A la hora de la Sirena de Alarma
tú estarás conmigo
tú serás mi refugio el día de la Bomba
Al que no cree en la mentira de sus anuncios comerciales
ni en sus campañas publicitarias, ni en sus campañas políticas
tú lo bendices
lo rodeas con tu amor
como con tanques blindados.
(Ernesto Cardenal)