Un grande anfitrión que anualmente recibe a lo mejor de la literatura latinoamericana, el Premio Casa de las Américas otorgado en La Habana, Cuba, desde 1960, ha reconocido este año en su versión 58 al escritor guayaquileño Ernesto Carrión, por su novela Incendiamos las yeguas en la madrugada; y al poeta manaba Raúl Vallejo Corral, con el Premio especial de poesía José Lezama Lima por la obra Mística del Tabernario.
El prestigioso certamen cultural latinoamericano, en opinión del jurado dominicano Rey Andújar, “con los problemas editoriales en todo el mundo, es un galardón que garantiza la publicación y el prestigio de los autores, abriendo muchas puertas”. Idea que concuerda con la visión de Ernesto Carrión, para quien el premio “ayuda a publicar y a ganar económicamente por un trabajo que en la mayoría de editoriales locales lo termina pagando el escritor”.
Novela voluntariosa
La novela de Carrión, Incendiamos las yeguas en la madrugada, es un candente relato sobre un Guayaquil que se soslaya en la mirada de quienes no ven más allá de sus narices. Una radiografía social en la historia de cinco adolescentes que sobreviven en “una década de rock, drogas y billar”. Un libro “con voluntad propia”, como pretende su autor, con historias llenas de personajes, “y esos personajes solo pueden ser reales, porque eso de que una persona se inventa un personaje o lo sueña no existe”. El jurado de Casa de las Américas consideró que la novela de Carrión es “crudo relato social (…) que arroja luces sobre una situación humana observable en todo el continente”.
La vieja convulsión entre el norte y el sur se revela en el drama de una ciudad porteña -como tantas en la región-, segmentada en dos polos de desencuentro entre la miseria y la opulencia. En esa geografía urbana de venas abiertas, la historia de Carrión refleja el conflicto existencial de adolescentes para quienes, “llegar al norte, -para estos personajes del sur-, es una idea conflictiva y pujante; pero es también la situación sicológica de todo un continente, al que se le ha vendido la idea de las «bondades» del norte y de alcanzarlo como si fuera un mejor sitio».
Poesía polifónica
No habrá tenido dudas el jurado del certamen continental para otorgar el preciado galardón especial José Lezama Lima a Raúl Vallejo, por su poemario Mística del Tabernario. Una obra, según el veredicto, que “explora en sus versos una materia proteica que transita cómodamente de la gravedad al humor, atenta lo mismo a los grandes acontecimientos que a los pequeños sucesos de la vida cotidiana”.
El texto escrito íntegramente en Bogotá, cuando Vallejo ejercía labores diplomáticas en el vecino país, es “un libro intrépido y contundente, cosido al hueso de los tiempos que vivimos. Poesía coloquial, narrativa, pícara, zumbona, contestataria. No es poesía pura, pero es pura poesía, parida por los impuros. Los que no piensan que poseen la verdad, pero la razón sí la tienen. Libros como éste, pasionales, atrevidos, polifacéticos, totalizantes, esos, son los imprescindibles”, según escribe en el prólogo de la obra, el poeta Jotario Arbeláez.
El elogio a la poética de Vallejo consigna que el poeta mantense ofrece una obra polifónica. No solo en sus cinco partes, sino también en el interior de ellas -como señala Roberto Fernández Retamar, presidente de Casa de las Américas: “así, en la primera parte, «Taberna de la cofradía de Chapinero bajo (Conversatorio escénico de la posmodernidad)», alternan, como juego de espejos, las voces del «Poeta indignado», el «Homo libidinosus», el «Poeta manteño-huancavilca», el «Cronista poscolonial», el «Antipoetucho», el «Vate memorioso y Criticón literario», el «Monólogo para actriz invitada», el «Poeta purísimo». Las cuatro partes restantes, con diferentes registros, no desdicen de aquel criterio. La segunda, ofrece una visión desencantada de las redes sociales, que el poeta considera el nuevo opio de los pueblos. Las terceras, cuarta y quinta partes responden a un tono más intimista. Pero, además, en la cuarta y quinta partes Raúl Vallejo hace evidente, aún más que en otras zonas de su libro, que, al igual que en Dalton, su poesía toma partido por las nobles y urgentes causas de estos años”.
La crónica de prensa registra que autores de seis países figuran entre los condecorados por el premio literario Casa de las Américas: Este año se recibieron 400 obras. Los autores cubanos García Blanco y Emilio Jorge Rodríguez recibieron el premio de poesía y estudios sobre la presencia negra en la América y el Caribe contemporáneo, respectivamente. El galardón en ensayo de tema histórico-social fue para América pintoresca y otros relatos ecfrásticos de América Latina, del colombiano Pedro Agudelo Rondón. El premio de literatura brasileña fue para la novela Outros cantos de María Valéria Rezende. El premio especial de narrativa José María Arguedas de narrativa fue para Tríptico de la infamia, del colombiano Pablo Montoya. En ese concierto de voces descollantes, meritorio es el protagonismo ecuatoriano en el certamen literario más importante del continente.