El país concurrió a un debate que se caracterizó por la ausencia de un auténtico debate de ideas concretas de cómo gobernar al Ecuador. Durante dos horas, siete de los ocho candidatos a la presidencia -Cynthia Viteri (PSC) y Guillermo Lasso (CREO-SUMA), Abdalá Bucaram (FE), Patricio Zuquilanda (PSP), Iván Espinel (Fuerza Compromiso Social), Washington Pesantez (Unión Ecuatoriana) y Paco Moncayo (ID)-, hicieron una exposición acartonada, calculadora, por ende, simuladora de “propuestas” de campaña. Si existió alguna proposición en firme en el panel, fue la insinuación coral de invitarnos a repetir la historia, como farsa de lo que ya vivimos como tragedia: gobiernos impositivos de políticas neoliberales, matizada de ofertas populistas, desde una visión de país evidentemente oligárquica. Ayer la derecha ecuatoriana en coro, con algunos matices, coincidió en demostrar que el único plan que anima su acción política es destruir todo lo realizado en los 10 años del gobierno de Rafael Correa.
Con un formato rígido que no dio lugar a debatir, sino a monologar unidireccionalmente, el panel organizado por la Cámara de Comercio de Guayaquil, abordó temas relacionados con el mercado laboral, libertad de expresión, seguridad, consumo de drogas, política tributaria, macroeconomía, gobernabilidad y seguridad social. La gran ausente del entremés fue la cultura, cuya importancia para el país no la sospechan los siete expositores, tampoco los organizadores mercantilistas. Nadie dijo pío sobre el tema educación y cultura, y sus diversas manifestaciones que dan sentido de pertenencia e identidad al país.
El panel se inició con críticas al gobierno en temas como la lucha contra la corrupción, reforma tributaria y libertad de expresión. En el apartado sobre mercado laboral, la aspirante socialcristiana, Viteri, tras exponer sus argumentos, acusó a su contendor, Lasso, de haber despedido a cientos de empleados cuando fue parte del sistema bancario. La respuesta del aludido fue eludir el debate, diciendo que no la iba a atacar ni tampoco a defenderse. No obstante, Viteri y Lasso coincidieron en proponer una reforma política, a través de una consulta popular, para “desmontar el correísmo”. En eso concuerda Pesantez que propuso olímpicamente, cambiar la Constitución.
El tema recurrente entre los panelistas fue la economía ecuatoriana, con diversas alusiones a la falta de empleo y cambios a la política tributaria como eliminar 14 impuestos, entre otros, el de la salida de capitales, anticipo del Impuesto a la Renta, bajar el IVA o eliminar las salvaguardias y restaurar la flexibilización laboral. Todos se mostraron dolarizadores a ultranza y partidarios de sostener las exportaciones.
Los matices más oscuros de los exponentes fueron las afirmaciones de un destemplado Zuquilanda llamando a armar a los padres de familia, o la propuesta de implantar la pena de muerte, en boca de un imberbe Espinel. Un Bucaram moralista pintó más para pastor evangélico que para mandatario de una nación. Y un Moncayo pusilánime, falto de energía vital, mostró su mejor rostro de chochez política. Un Lasso astuto y entrenado para eludir los ataques, proyectó la imagen del banquero que quiere recuperar los privilegios sociales de su clase. Una Cynthia histriónica, adiestrada ante la cámara, insinuó polemizar con Lasso, en evidente disputa por el segundo lugar de las preferencias electorales. Pesantez, un burócrata de oficio en el campo de las leyes, tampoco entusiasmó por su acartonado estilo de leguleyo de corte.
La invitación a “no votar por quienes quebraron el país en 1998 y 1999 y tampoco por quienes lo volvieron a quebrar en el tiempo de mayor prosperidad”, sirve para resumir la propuesta electoral de un debate sin debate. Un botón de muestra de la clase de argumentos que caracteriza a la clase política ecuatoriana.