Que no seamos una potencia militar o económica se entiende, pero que no nos atrevamos a ser una potencia cultural, tampoco se entiende. Esto es lo que no entienden los candidatos a presidentes del Ecuador. En un buen resumen, diario El Telégrafo sintetiza las propuestas de los aspirantes al sillón del mando en Carondelet, observándose la esmirriada visión que tienen del tema cultural. Se diría que, para los honorables aspirantes al poder político, la cultura es la última rueda el coche. Un coche que impulsan a duras penas los gestores culturales del país, con escasa compresión de la iniciativa privada y pública. Prefieren poner énfasis en aquello que otorga votos: lo económico, laboral, social y político. La cultura no vende, me dijo alguna vez el ejecutivo de un canal de televisión quiteño, pero tampoco pone presidentes.
A pesar de que la cultura es definida como “un área estratégica” que debe ser protegida como se protege a la naturaleza, y es un pilar de desarrollo, la cultura no tiene la misma prioridad que los sectores sociales para los candidatos a la Presidencia del Ecuador: unos solo la vinculan con el turismo, algunos hablan de incentivos económicos y otros simplemente no la mencionan.
El militar Paco Moncayo, plantea en su plan de trabajo, “racionalizar el tamaño del Estado”, reduciendo a 14 los ministerios y procurando que no haya “pérdida de empleos de servidores públicos”. innecesarias. En su modelo institucional del Ejecutivo aparecen educación, cultura y deporte en una sola cartera de Estado, y el “desarrollo cultural y deportivo del país” es uno de los objetivos de su acuerdo programático. En intervenciones de campaña ha señalado: “honestamente, no sé cómo se aprobó esta Ley (de Cultura). Participé en sus estudios y recuerdo que defendí la autonomía de las instituciones culturales, para no convertir a la Casa de la Cultura en una dependencia del Estado. Por supuesto que apoyaría al desarrollo de la industria cultural”.
Patricio Zuquilanda del PSP, estima que el gobierno ha cometido una falla por “no haberle dado a la cultura la prominencia necesaria para modificar las estructuras sociales e ideológicas de los ecuatorianos”. Para el político gutierrista la cultura debe estar unida a lo ideológico, económico-financiero y sociológico: “La declararía objetivo nacional para el desarrollo, asignándole recursos e identificando a un grupo de personas en cada territorio que conozca a su población; ellos harían el plan del sector, serán filósofos que someterán la Ley Orgánica de Cultura a un escrutinio severo, un examen, porque ellos también nos indicarán el destino de la nación”.
El postulante por la lista del Movimiento Fuerza Compromiso Social, Iván Espinel se pronuncia por la obligación de que los estudiantes opten por una materia artística en el colegio y que los “docentes estén preparados para potenciar su talento”. Dice que mantendría la Ley de Cultura, “creada para cubrir varias demandas el sector” por parte el Estado, que debe ser “un canalizador para exponer el trabajo nacional independiente en festivales extranjeros”. Propone que el Ministerio de Cultura de créditos “para emprendimientos artísticos a quienes no cuentan con recursos suficientes”.
La socialcristiana Cynthia Viteri, sugiere crear “un fideicomiso para impulsar el sector” cultural. Frente a estudiantes universitarios manifestó que derogará la Ley de Comunicación y que algunos temas de “esa normativa pasarán a la Ley de Cultura, sobre todo los relacionados al apoyo al artista nacional”. Se manifestó a favor de apoyar a los artesanos: «Vamos a impulsar a esta gente para que exporten su talento. Plantearemos la creación de un fideicomiso con la participación de la empresa privada, organismos multilaterales y parte del gobierno para impulsar a la creación, al sector cultural del país».
El hijo de Abdala Bucaram, Dalo, de Fuerza Ecuador, piensa “llevar el arte al nuevo milenio a través de aplicaciones móviles que inviten a conocer museos y sitios patrimoniales, para de esta manera conectar la cultura con el turismo”. Se manifestó a favor de “impulsar el cine y la música, los cuales representan ingresos millonarios en otros países. Me niego a aceptar que en pleno siglo XXI no exista una sólida industria cinematográfica y musical en el Ecuador”. Ha dicho que “la Ley de Cultura, la modificaría, porque el tema de seguridad social del artista no debería estar allí, sino en una reforma en la Ley de Seguridad Social”.
El candidato de Unión Ecuatoriana, Washington Pesantez, propone “crear una ley para el manejo de la historia y la cultura ancestrales, que esté ligada a la política nacional sobre turismo y patrimonio”. Sugiere crear “una zona exclusiva de artesanías para la exhibición, comercialización, intercambio y promoción de productos artesanales, con incentivos tributarios y apoyo para su exportación”. La Ley de Cultura “debe respetarla autonomía de la Casa de la Cultura, pero en forma articulada a un plan nacional de cultura”. En referencia al tema sugiere dar “impulso de una asociación de editoriales de Ecuador, América Latina e Iberoamérica; creación de una red de museos temáticos; y la recuperación de tradiciones para fomentar el turismo nacional”.
El candidato de la banca, Guillermo Lasso, propone crear “zonas francas culturales con incentivos”. Lasso cree que “el impulso que el sector requiere solo puede venir de una visión más libre, lejos del dirigismo estatal”. En tal sentido, propone “una visión que sea consistente con la principal característica de este sector: la libertad”. Su propuesta implica “la creación de incentivos tributarios para personas e instituciones que inviertan en actividades culturales, así el apoyo del sector privado será cada vez más significativo, crear zonas francas culturales con condiciones tributarias y arancelarias favorables para el desarrollo de la industria cultural, que es dinamizadora de la economía y el empleo”.
El candidato presidencial de Alianza País, Lenin Moreno, enfatiza en la “vitalidad de la Universidad de las Artes”, al igual que “la capacidad de las instituciones públicas para desarrollar políticas de reconocimiento y promoción de la riqueza juvenil”. Moreno propone “profundizar la emisión de contenidos culturales en los medios de comunicación y una apropiación de los espacios culturales, “tradicionalmente reservados a grupos de élite”. Sobre la Ley de Cultura, el candidato asegura que esta permitirá “el acceso de artistas, creadores y gestores culturales a la seguridad social y garantiza sus derechos laborales y sociales. El Fondo de Fomento normará el acceso transparente a financiamiento para las actividades de los creadores. Al tiempo de fortalecer la preservación de nuestros patrimonios, la ley cumple un viejo anhelo: reordena la institucionalidad cultural del país a través del Sistema Nacional de Cultura.”
Nuestros cantares no pueden ser, sin pecado, un adorno, dice el poema. Y los candidatos presidenciables no han leído ese verso, porque consideran a la cultura ornamental, miscelánea, adosada parásitamente a otros quehaceres humanos con fines de promoción del país. No hay en su visión un cabal reconocimiento al sentido ontológico de la cultura como forma de ser de un pueblo; aquellas manifestaciones diversas, libres y existenciales que denotan y connotan identidad, reconocimiento del pasado y vocación de futuro. No sospechan que cultura es todo aquello que hacemos por mantenernos vivos, inclusive la muerte.