Hoy estamos a las puertas de un nuevo proceso electoral que definirá el destino de nuestro país; pero es claro que este destino no será definido por los políticos, tampoco será definido por la ideología de izquierda o de derecha, no será definido por el oficialismo ni por la oposición, es claro que será definido sin lugar a dudas por los nulos, los tibios y los grises.
Aquellos que callan, que temen expresarse, que dicen como El Chavo arreglándose un tirante: «es que no me gusta el Facebook» y pasan todo el día pegados de esta vida virtual paralela en que se han convertido las redes sociales. Mi crítica total para miles de funcionarios y gente del gobierno, que miran desde la ventana callados, mudos, aceptando avergonzados que las tropas injustas violen su dignidad.
Me asusta el sonido del silencio, este silencio escandaloso, este silencio burócrata; no de borrego sino de burro en aguacero que no levanta la mirada. El que calla, acepta con su silencio que hizo mal su trabajo, que le da lo mismo lo que pase; el que calla está tibio, y por tanto no merece la grandiosa oportunidad de servir a su país.
Mis aplausos para los opositores que se oponen de manera valiente con argumentos sólidos; y mi crítica destructiva para la oposición burda que repite frases trilladas por moda y porque ha demostrado que no tiene capacidad de análisis (culpa de la tarea pendiente: La Revolución Cultural…. cómo culpar a un joven que no ha leído nada).
En este momento de tormentas, resulta determinante que los inocentes y los que de verdad han trabajado por una nueva patria, digan lo que piensan, digan cuantos años han tenido que despertarse a las cuatro de la mañana para llegar al campo y ayudar a su gente.
Cada uno tiene libertad de pensamiento por derecho humano, pero nadie tiene derecho a ser mediocre y estar indeciso en un mundo que necesita de todos. El gris, el cobarde que no es ni de aquí ni de allá, el nulo es coparticipe de la nueva etapa que viviremos, el que piensa que con cualquiera va a poder sobrevivir en la bruma de la mediocridad, es el que nunca hizo su trabajo con pasión ni convicción.
El país no necesita zombis, necesita gente que levante la voz, cualquiera que ésta sea. El gran poder universal nos rescatará de la tormenta si nos arriesgamos a navegar: «esfuérzate y sé valiente que yo estaré contigo», otros piensan: «espera sentado bajo la sombra a que pase la tormenta».
El silencio de los inocentes ha sido el perpetrador de los principales males de la historia y si no se da cuenta, será el juez impávido de nuestro retroceso.