A propósito de la ceremonia de entrega del preciado galardón de la Academia Sueca, que se realiza en Estocolmo el 10 de diciembre 2016, Sonia Manzano, Mempo Giardinelli y Víctor Heredia comparten su opinión respecto de la controversial designación del Nobel de Literatura en este 2016, al cantautor norteamericano Bob Dylan, quien ha anunciado ya su inasistencia al mencionado acto
¿Cuáles podrían ser los criterios de la Academia Sueca, y como los evaluaríamos, al otorgar a un estadounidense, luego de 23 años, un Nobel de Literatura? El Dylan músico, ¿puede ser considerado un poeta?
¿Puede ser tomado como un desafío, como un reto, al debate, siempre vigente aunque con altibajos, entre expresiones artísticas populares y las consideradas como arte culto?
¿Es posible encontrar buena literatura en los textos musicales, y particularmente en los de Dylan?
¿Hasta qué punto las expresiones artísticas son en sí mismas, es decir, son aisladas unas de otras, o, se puede empezar hablar de una transdisciplinaridad?
¿Cuál es la repercusión en el mundo de la literatura el otorgamiento del premio Nobel de Literatura?
SONIA MANZANO
Novelista, poeta y pianista ecuatoriana, (1947) doctora en Ciencias de la Educación, Premio Joaquín Gallegos Lara (1999). Premio III Bienal Novela Ecuatoriana (1993). Premio Cuento Feminista Ecuatoriano (1989)
El criterio del que se valió la Academia Sueca para justificar su decisión de otorgar a Bob Dylan el Nobel de Literatura del 2016, no pudo ser más escueto y menos académico: ‘por haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense’, veredicto que sale perdiendo con largueza al compararlo con el que emitiera en el 2007 el jurado del Premio Pulitzer, el que le otorgó a Dylan tan importante galardón: ‘por su profundo impacto en la música popular y en la cultura norteamericana, marcado por sus composiciones líricas de extraordinario poder poético’.
Y desde luego que de ‘extraordinario’, y no con otro adjetivo, tiene que ser calificado el legado poético que deja a la música popular contemporánea, provista de calidad estética innegable, este cantautor, descendiente directo del Dadaísmo, del Surrealismo, de la poesía Beat, del Folk, del Rock y del movimiento Hippie, cuyas composiciones contienen en sí mensajes que conmueven y convencen por provenir de una sensibilidad humanísima, la que ha sido capaz de proyectar, a través de su conflictividad particular, los conflictos aciagos que más le pesan al mundo.
Más que un ‘desafío’, considero que con la adjudicación del Nobel a Dylan, la Academia Sueca quiso reparar la grave omisión en la que tradicionalmente había incurrido al haber ignorado el peso gravitante que sobre el gusto estético del sujeto universal tiene el arte popular, en especial cuando éste posee la suficiente calidad como para elevarse a la categoría de ‘arte culto’, como es el caso puntual de la poesía de Dylan.
Cien páginas de la autoría del genial Jorge Luis Borges, a quien vergonzosamente se le escatimó el Nobel cuando de sobra lo merecía, porque más pesan los dogmas ideológicos que la buena literatura en el criterio de quienes les toca en suerte ser jueces inquisitoriales de las letras, no causan en la sensibilidad del común de los terrestres el mismo impacto emocional de cualquier poema de Dylan, debido al torrente de imágenes de sorprendente originalidad que preñan la obra ‘Dyaliana’, a través de las cuales es posible escuchar ‘el silencio de los inocentes’, el clamor de los ‘pobres y humillados de la tierra’, el estallido terrorífico de los misiles cayendo sobre poblaciones civiles , así como ver, en vivo y en directo, escenas del mundo contemporáneo en las que ‘el mundo contemporáneo’, llega a los noticieros de televisión, convertido en una masa informe de periodistas decapitados, migrantes ahogados en negras masa de agua, minorías étnicas avasalladas por la supremacía latinos que se ejercitan en la disciplina del salto alto, para poder rebasar, más temprano que tarde, el muro ignominioso que el odio de Trump hacia la raza mestiza pretende levantar entre dos fronteras hermanas
¡Obvio! hasta la pregunta es necia. Cunden los ejemplos que confirman a gritos esta posibilidad, los que se cuentan por millares en la extensa gama que contempla la canción popular, en la que es posible encontrar boleros, tangos, baladas, pasillos, y demás variantes del gènero al que me estoy refiriendo, las que poseen el rango de ‘inolvidables’, no solo por la calidad literaria de sus letras, sino también porque estas se ensamblan, con provocadora precisión, a la música por la cual desplazan su conmovedora carga anímica. Un amigo mío, poeta fuera de serie al que todavía el Estado le escatima el Premio Espejo, pese a que de sobra lo merecía desde hace un buen núero de años, me decía que él, con los ojos cerrados y con el corazón del todo abierto le hubiera dado el Nobel (si hubiera sido de su competencia otorgarlo) a Homero Manzi, apenas por tan solo dos tangos de su autoría ‘Malena’ y ‘Sur’.
Las canciones de Bob Dylan están preñadas de un poder lírico ‘abrumador’, en el mejor sentido de la palabra, el que, aparte de conmover sensibilidades, moviliza consciencias para que estas tomen partido por la defensa de las más justas causas humanas
En Arte no se puede hablar de productos puros, simplemente porque estos no existen. Todo lenguaje artístico recibe en sí el aporte de otros lenguajes. Tal es así que hasta artes consideradas como estáticas, como la pintura, la escultura y la arquitectura, son portadoras de la llamada poesía del movimiento: ésa que se percibe en las estatuas griegas, las que parecería que están dotadas de animación, propiamente dicha, dada la cantidad de ‘vida’ que se desborda por sus formas. El cine, el rey de las artes contemporáneas, integra en sí a varias manifestaciones artísticas: música, literatura, fotografía, representación escénica, todas ellas atravesadas por el eje del lenguaje audio-visual. Las canciones de Dylan son una buena muestra de cómo la palabra puede copular con la melodía hasta alcanzar resultados de estremecedora belleza, capaces de provocar, en el público que las recepta, movimientos sísmicos de considerables repercusiones anímicas.
La Academia Sueca ‘pateó un avispero’ al declarar a Dylan ganador del Nobel. Apenas difundida esta noticia, el mundo literario adoptó dos posiciones marcadamente antagónicas: la que considera una ‘barbaridad’ que se le haya otorgado el máximo premio de la literatura universal nada menos que a un músico contestatario y, de yapa, excéntrico, y la posición que no solo que está por completo de acuerdo con esta adjudicación, sino que hasta considera que al haber premiado a Dylan, por lógica extensión, también se está haciendo un reconocimiento justo a un gran número de trovadores universales, especialmente a aquellos pertenecientes al mundo hispano parlante: pienso en Serrat, en Sabina, en Aute, en Rodríguez, en Cortez, en Cabral y pare Ud. de contar, porque ‘no hay cama para tanta gente’.
En nuestro mundillo literario no han sido aisladas las voces que se alzaron indignadas por la adjudicación del Nobel a Dylan, las que, sin nunca antes haber conocido la obra de este, ni siquiera de manera somera, se atrevieron a lanzar, a diestro y siniestro, toda clase de agrios cuestionamientos, más dirigidos contra el pobre cantautor, a quien nunca le pasó por la cabeza, quizás porque nunca llegó a interesarle , la posibilidad de ser galardonado de semejante manera (aunque los galardones nunca le han faltado), que contra el jurado del Nobel en sí, que, viéndolo bien, fue el responsable directo de emitir un veredicto de efectos tan detonantes, como el que acaba de provocar tamaño escándalo en el universo literario.
Afortunadamente, somos ‘mucho más que dos’ los que hemos salido en defensa de este autor que no por gusto ha sido nominado varias veces como candidato al Nobel y no por improvisados ‘pericos de los palotes’, sino por altas y reconocidas personalidades del arte universal. La generación literaria a la que me pertenezco, bebió del mismo caldo de cultivo histórico que alimentó los meandros líricos de este extraordinario músico poeta; por eso, quienes saltamos a la palestra literaria ecuatoriana a partir de los setenta del siglo pasado, estuvimos plenamente identificados con sus creaciones, porque en el interior de estas, Dylan quebró lanzas a favor de los derechos civiles, de la libertad de expresión y contra toda clase de discrímenes: racial, intelectual, religioso, económico, político, sexual.
Ira y dolor es la fórmula que en contundentes dosis inoculó directo en las venas de sus composiciones este iluminado de las musas transgresoras, de esas iconoclastas por excelencia, que son las mismas que alumbraran a los poetas y cantautores del cono sur de América, que en alguna ya lejana época, en la que cundían las dictaduras gorilescas, no pocos de ellos fueron perseguidos, a sangre y fuego, con la pretensión de acallarlos, los que gracias a su talento creativo supieron elevar a la categoría de género, a la llamada Canción Protesta
MEMPO GARDINELLI
Escritor y periodista argentino (1947), Premio al Mérito Literario Internacional Andrés Sabella 2013, FILZIC, (Antofagasta, Chile, 2013). Premio Democracia, en Literatura, Fundación Caras y Caretas (Buenos Aires, Argentina, 2010). Premio Rómulo Gallegos (Caracas, Venezuela, 1993). Premio Nacional de Novela, Instituto Nacional de Bellas Artes (Ciudad de México, México, 1983), Doctor Honoris Causa por la Universidad de Poitiers, Francia
Me parece que, desdichadamente, en esta ocasión la Academia Sueca extravió sus criterios tradicionales. Con los cuales se podía estar de acuerdo o no, pero eran claros. Dylan me parece un estupendo músico que compone canciones, pero eso no significa que sea un poeta si uno ha leído la gran poesía de la Literatura Universal
No me parece. No creo que la Academia Sueca plantee desafíos, puesto que históricamente ha sido un organismo más bien conservador y muy prudente. Simplemente creo que esta vez se equivocó
No soy experto en sus canciones. Lo que sé es que no es un poeta en los términos que consideramos Literatura. Y creo que él mismo lo sabe y que por eso ha preferido mantenerse ajeno al asunto. Lo cual habla muy de él
No lo sé, pero me parece que ésa sería una discusión poco pertinente a este caso. Que es muy simple: la Academia cometió un error, que no la condena, y Dylan se ha mantenido prudente y sabio
Me parece que no ha habido ninguna repercusión extraordinaria. Y no creo que debamos dársela
VÍCTOR HEREDIA
Cantautor, escritor y político argentino (1947), Premio Revelación Juvenil (Festival Cosquín, Argentina, 1967). Premio Consagración (Festival Cosquín, Argentina, 1969). Premio Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, por cuatro ocasiones. Tres Doctorados Honoris Causa: por la Universidad Nacional del Cuyo, Argentina; por la Universidad de Mendoza, Argentina; y, por UADER, Argentina
Quizá la coyuntura de evidente crisis social y política hizo que se buscara algún receptor literario de semejante distinción en los Estados Unidos, no lo sé, es solamente una elucubración que podría considerarse injusta frente a la decisión académica. Lo cierto es que efectivamente Dylan es un poeta en toda la línea y, para mejor, uno que observa y se explaya sobre la realidad humana
A mi entender es injusta toda valoración artística que pretenda establecer diferencias según los destinatarios y su clase social. Los artistas, por suerte, son emergentes del entorno territorial y político, sus voces son representativas de esa experiencia. ¿Qué es lo popular? ¿Qué es lo culto? Ambas expresiones, mal que les pese a muchos, son parte de un proceso de traspasos y enriquecimiento cultural que tiene la misma edad que la del hombre en el planeta. ¿Con qué ojos miramos hoy las Cuevas de Altamira o una vasija Moche o Incaica? ¿Con los de un habitante de la edad de piedra? ¿Con los de un indígena latinoamericano? ¿Con los de un hombre del presente abrumado de información y lleno de matices culturales que van desde la inhibición, a la deformación globalizadora o el excepticismo crónico? Creo que esta última posibilidad es la que más se acerca a nosotros que somos los que, a lo largo de la historia, modificamos nuestros gustos según conocimientos adquiridos tras milenios. La cultura humana es indivisible, es un árbol gigantesco que crece desde y hacia nosotros y nutre con sus conceptos toda intención artística. Todas nacen del mismo lugar: el pueblo
Si hay algo que destaca a Dylan justamente son sus textos. En cuanto a esa posibilidad bastaría indagar en las letras de innumerables artistas latinoamericanos para descubrir la hondura poética que angalana la música popular de nuestros paises. Por mencionar solamente a alguno de ellos: Chico Buarque, Silvio Rodriguez, Atahualpa Yupanqui, Víctor Jara, Joan Manuel Serrat en España y tantos más que no me alcanzaría el día para nombrarlos.
No hay ninguna posibilidad de evitar ese trasvasamiento entre las distintas diciplinas artísticas. Los disparadores culturales son tan efectivos como la misma realidad. Toda la expresión humana se nutre justamente de ese singular proceso de comprensión del alrededor, del mundo y el momento que nos toca vivir
Supongo que asombro, retracción y hasta decepción en muchos casos, lo que no hablaría bien de ese mundo que, a veces, se considera especial y excluyente. Pero lo cierto es que un cuento de Borges frente a un poema de Yupanqui, o una novela de García Marquez frente a una canción de Silvio no tienen nada que envidiarse, ni en contenido ni en altura literaria o estética.