Alba es una promesa como el despunte de un nuevo cine hecho en Ecuador. Promisoria en contenido y formato de producción, la película de Ana Cristina Barragán enseña un cine en estado puro.
Alba es el nombre de la protagonista de once años, sumida la mayor parte del tiempo en el silencio de un diálogo íntimo que la lleva a interiorizar consigo misma. Un murmullo silente abstrae a la niña de un entorno hostil: la enfermedad terminal de su madre y el encuentro con Igor, el padre hasta entonces desconocido. Sin atisbos de plenitud, Alba pervive el tránsito de la niñez a la pubertad como una iniciación compartida con las primeras amigas y sus compañeros de colegio. Surgen los signos inaugurales de una promesa de vida: el primer beso, la primera menstruación, las visitas a su madre en el hospital, avatares que la conducen a un final previsible, pero abierto a lo sorpresivo.
Ana Cristina Barragán, reconoce rasgos de su propia vida en un filme que concibe y dirige como una necesidad instintiva.
-La película es muy personal y de cosas que vi muy de cerca, sueños, recuerdos, vivencias. La peli no es autobiográfica; pero una cosa que sí se parece en vida, es mi relación especial con mi papá. Tengo una relación muy fuerte con él, y en la adolescencia hubo una ruptura, siento que al hacer la película sané esa ruptura. No es un retrato de mi vida fiel, pero igual está mi corazón en Alba.
¿El cine es memoria, propuesta estética, qué significado tiene para ti?
-Siento muchos estímulos todos los días y me cargo de ellos y de muchas memorias y necesito un medio donde poner eso que es tan fuerte, y está en mí todo el tiempo. Es una necesidad urgente. El cine empezó muy pronto en mi vida, sin entender qué significaba. Cuando tenía cinco años empecé hacer videos con una cámara VHS de mi papa (Fernando Barragán), con la que él me filmaba. Un día decidí filmar y hacer pequeños cortos. En vacaciones escribía obras de teatro para mis primos y les dirigía, y asi empezó todo esto como una aproximación, confiesa mientras bebe un sorbo de agua mineral.
Los primeros pasos en su formación, Ana Cristina los realiza en Londres, donde permanece un año; a su regreso ingresa a la Universidad San Francisco y estudia los fundamentos de un oficio que depura con talento innato.
-Creo que era como un juego. Veía muchas películas de Disney que me repetía, interminablemente, con mi papá.
El cine que tú haces lleva un sello muy autoral, no obstante, ¿crees en un cine industria?
-Cuando estoy creando, no me interesa pensar en la industria. Me interesa pensar en la mirada, en la voz de lo que estoy diciendo, en la emoción. Sí me interesa mucho que el público se conecte con las cosas. No sentiría que es completo si hago algo demasiado distante al espectador. En esta película he tenido la suerte de que vengan espectadores de muchos tipos, no cinéfilos necesariamente. Sí, me inclino mucho más hacia una línea autoral de cine, que es la que más me interesa.
Premunida de un depurado oficio, el cine de Ana Cristina se muestra decantado, en el fondo y en la forma, con refinado sentido ético, sin llegar a ser moralista. La película Alba transformó a su autora -en el sentido que habla Scorsese, permitiéndonos cambiar la forma de ver la vida-, movilizando en ella íntimos sentires.
¿Te propusiste hacer lo mismo con el público, cambiar su mirada vital?
-Sí, esa era mi intención, porque las películas que más me llegan son las que me transforman un poco. Sí, yo no hago una película que no transforme en algún sentido, que te emocione. Hombres que salen conmovidos y tocados, y no sabían cómo digerir la película. A mí la película me ha transformado, es un proceso mutuo, me ha movido muchas cosas.
¿En esa dinámica sensitiva, crees que hay un cine con una singularidad, eminentemente, femenina?
-Pienso que en Ecuador, donde la historia del cine no ha sido tan fuerte como en otros lugares, en esa historia empieza a haber menos machismo, y coincide con una etapa en que las mujeres, en general, empezamos a tener más presencia en muchas cosas. Yo creo que es evidente que se puede volver algo exótico el cine de mujer, hay que tener cuidado porque se puede caer en un paternalismo. Creo que hay una singularidad en el cine hecho por mujeres, pero no quiero que se vea como un género en sí.
Alba, una propuesta distinta de cine nacional
El filme Alba da que hablar y bien, dijimos en el numero anterior de Babieca. Consecuentemente, la crítica nacional e internacional, con una recepción favorable, la valora en la dimensión de una obra cinematográfica que enaltece al cine ecuatoriano, como se dijo en España. El filme de Barragán realizado a un costo de cuatrocientos cincuenta mil dólares, fue concebido hace seis años. Solo el guión tardó dos años y medio en ser depurado en su versión final. Con apoyo del CNCine, Alba fue producida por Isabela Parra y las productoras griegas Rena Vougioukalou y Konstantina Stavrianou. Contó, además, con participación de personal mexicano en la dirección de arte, edición y sonido original. El casting está integrado en los roles estelares por Macarena Arias (Alba), Pablo Aguirre (Igor) y Amaia Merino (la madre). Alba se ha hecho merecedora a premios internacionales como Donostia Zinemaldia Festival de San Sebastián, Lions Film Award en Rotterdam, entre otros.
-Siempre pensé que a la peli le podía ir bien pero hubo momentos de frustración y no sabía qué iba a pasar. Luego el público se conmovió. Hay un giro que están dando los festivales que antes apoyaban películas más elegantes, frías y más racionales.
El silencio como forma narrativa es una cualidad notable de la película. ¿Cómo logras el uso de ese recurso en que el silencio narra?
-Esa es una decisión muy consciente que se vio en los tres cortos que hice antes. No es una decisión formal, sino es instintiva. No me nace hacer cine con palabras, aunque hay imágenes y detalles que perderían su significado, si hay una frase que lo explique.
En Alba la imagen prevalece sobre la palabra. Este es un paso adelante en el cine ecuatoriano.
-Estoy de acuerdo y gracias por decírmelo, porque me importa. Pienso mucho en imágenes cuando estoy escribiendo un guion, más que en la historia, pienso en imágenes y sensaciones, en colores, en olores, en momentos.
Ese es el cine actual, un cine de vivencias. En Alba el ritmo vital de los personajes impone el ritmo a la película. Los personajes son frente a la cámara, no están actuando. El ritmo de la edición está dado por el ritmo de la interiorización del personaje, logras una vivencia que sorprende.
-Si estoy totalmente de acuerdo. Muchas ideas previas que habíamos tenido con el fotógrafo quedaron en el aire, porque el rato que llegamos al rodaje todo giro entorno a los personajes, al punto tan radical de que fue difícil para mí fue difícil dirigir la película, porque habíamos decidido que nos íbamos a quedar en la cara de Alba hasta que ella sienta. O que íbamos hacer el primer plano y el segundo plano sin cortar, porque si yo decía corte, ella se salía del personaje, entonces quedamos todos en silencio.
¿Hubo mucha preproducción con los personajes, cómo se hizo el casting?
-Para encontrar a Alba hicimos 600 casting y fue un trabajo de tres meses. Pero hubo un trabajo muy fuerte con ella para conectarse con sus emociones de pintar con colores sus sentimientos. Hubo un trabajo de sensibilización con ella muy intenso para que cuando haya llegado al rodaje realmente este sintiendo.
Alba es un cine existencial, alejado del cine costumbrista, con una capacidad de subjetividad que logra un lenguaje universal.
-La película se la ha pasado en Alemania, Francia, Lima y en México, y he sentido el mismo nivel de conexión, eso quiere decir que la película es muy universal. Pero a pesar de eso hay cosas muy quiteñas sutiles.
La fotografía es altamente simbólica…
-El Simón es muy instintivo, se trabajó la luz de manera muy natural en los detalles. Cuando dices simbólico, me hace pensar en que te fijas en un detalle. Entonces toda la fotografía está acompañada de estos pequeños puntas de iceberg que son los objetos que te van delatando cosas que no vas a ver y que nadie te las va a explicar, pero que entiendes con pequeños detalles: ahí viene lo simbólico.
Alba es pureza en todos los sentidos. Hay una dignidad para abordar el tema, y una sobriedad en el tratamiento del drama que se traduce en esa pureza.
-Es una linda interpretación. Traté de ser muy depurada. El proceso fue depurar lo falso, el primer guión que hice era muy superficial, el séptimo guión sí. Quería hablar de una idea que estaba hace tiempo en la cabeza que es la diferencia entre lo raro y lo normal. Es como que los personajes están al margen de una normalidad, no tienen una sociabilidad y alrededor todo es lindo. Las niñas acepan a Alba y en el fondo no aceptan la diferencia.
Alba, es una metáfora de la marginalidad existencial del ser humano que preserva la pureza como promesa de vida, cumplida.
Fuente: Revista BABIECA
Texto y Fotografía: Leonardo Parrini