Preguntas qué es el animal poético.
Si no lo sabes no preguntes.
Se encabrita. Se rebela. Corre en tu Jaula de barrotes de hierro. En tu jaula de barrotes de viento. En tu Jaula de barrotes de humo. Chilla como un pájaro del sol que arde en los confines de tu mente enfebrecida. O gime como un búho triste que tirita en un hueco de tu alma de niño aterrado. Y otra vez es el monstruo que te roba sueño. Que devora tu cuerpo de gigante heroico. Tu cuerpo de enano perverso. Tu cuerpo de Joven guerrero que nunca teme a los mares bravíos. Tu cuerpo de viejo sobreviviente de pesadillas tenebrosas. De viejo hundido en el naufragio cotidiano. En el naufragio de los días impunes. Tu cuerpo siempre joven que se yergue como una roca filosa que desvía los vientos y las tormentas y los vence. Tu cuerpo que no encaja en el mundo. Tu cuerpo derrotado que implora piedad en los espacios abruptos y amenazantes de los tiempos que vendrán para aniquilar tu vida. Tu vida deshecha. Tu vida de huracán bravío que arde en la nada. Tu vida enhiesta, imprudente, locuaz y loca que desafía a la muerte. La muerte como un muñeco roto. La muerte como un espanto inútil. La muerte que no existe en las decisiones audaces. En las decisiones bruscas. La muerte que existe siempre como una alimaña agazapada presta a saltar entre las sombras. La muerte de todos los días. La puta muerte. La muerte santa que te llama para acunarte en su nido. En su nido de madre silenciosa. La muerte sagrada como una efigie de mármol blanco. Imprudente, sicaria de todos los días, agenciosa, zalamera, constante hasta en momentos en los que el amor irrumpe. El amor de fuego amarillo. El amor que toma tu cabeza obsesiva y no te deja pensar. El amor brujo. El amor de sexo ansioso. El amor de sexo furtivo como un conejo de un monte encantado. O un toro del páramo más alto. El amor del espasmo y de la fiesta loca. El amor que cunde en un cielo de arreboles atroces. De arreboles fundidos en los altos hornos de un sol que ruge. El amor que llora en la niebla. El amor perdido que no volverá ya más. El amor de los barcos que se van. El amor de la separación y del espanto. El triste amor de los abandonados. El culposo amor de los que abandonan. El amor del deseo insaciable. Incapturable. Del deseo migrante. Del deseo que siempre va en pos de otra presa. El deseo hambriento como un diablo de Tasmania. O Juguetón como un mono bonobo. O temeroso como un cangrejo azul que se escurre en la arena de una playa violenta. El amor amoroso y enamorado. O el que se alquimia en odio. El odio del que quiere matar o quiere morirse. El odio del veneno y el puñal que reluce bajo el Claro de una luna sedienta en el desierto de un cielo negro. Un oasis al revés el odio. La luna que alivia y que mata. O la luna delicada y fresca que corre entre las nubes de gasa en un verano adolescente. Cuando querías amar y morir de saudades y nostalgias presentidas. Ahora que recuerdas esas lunas de entonces viejo poeta embustero y triste. Buscador eterno de lugares inciertos. ¿En qué ventana de tu noche atisbará el animal oscuro? Siempre allí siempre acechante. Donde.