El futuro es aquello que puede no ocurrir. Esta extraña verdad se ha impuesto en los Estados Unidos de Norteamérica. Donald Trump el magnate inmobiliario, conservador, xenófobo y racista, es el nuevo presidente de la nación del norte contra todo pronóstico de encuestas, sondeos, especulaciones y anhelos de un pueblo que acusa una profunda división interna, luego de su decisión electoral.
Los factores que motivaron el triunfo del candidato republicano se explican en la nueva era del miedo que se inicia con el advenimiento del fascismo que ya se impone en los países del llamado primer mundo. En este nuevo escenario se ha sincerado la política norteamericana, reflejo de una verdad incontrastable: se ha impuesto la cultura de la arrogancia en el seno de un pueblo manipulable, pero al mismo tiempo anhelante de liderazgo fuerte que lo autoafirme. El triunfo electoral de un hombre «abiertamente egocéntrico, racista y sexista», habla de los valores imperantes en el seno de la sociedad norteamericana. Pero al mismo tiempo del miedo a no ser lo que siempre dijeron ser: la nación prepotente del mundo.
Lo que ha ocurrido en los EE.UU es la sinceracion de la vida: ahora está más claro que antes -o que nunca-, que ese país ha sido gobernado por las fuerzas más poderosas retrogradas y perversas del planeta. Los votantes eligieron entre el racismo y el sexismo de Trump, versus el sionismo de Clinton. Si detrás de Trump están las grandes transnacionales y grupos económicos, detrás de Clinton se expresa la influencia judía enquistada en los estratos del poder estadounidense desde el fin de la segunda guerra mundial.
El resultado electoral norteamericano augura para ese país malos días: lo peor está por venir. Y lo más malo ocurriría en el seno de la sociedad norteamericana con un presidente racista, apoyado por los grupos extremistas anti latinos, negros, chinos, italianos, etc., como el Ku Kux Klan y otros. Un líder fanático que se ha expresado en contra de las minorías sexuales y de género, que hace gala del machismo y la xenofobia anti migrantes. Un aprendiz de político que siente orgullo de su actitud despreciativa contra los latinos y de un nacionalismo rampante. No obstante, lo insultos, acusaciones de acoso sexual en su contra, ni sus polémicas declaraciones -públicas o privadas- o las críticas por el mensaje xenófobo, racista y nacionalista de su campaña, o el rechazo del propio Partido Republicano, la prensa y el «establishment» político y económico del país pudieron frenar el fenómeno Trump.
¿Cómo entender la victoria del conservadurismo de Donald Trump?
En su plataforma electoral y mensajes de campaña, Trump tocó la fibra más íntima del pueblo norteamericano que movilizo a hombres, población blanca y votantes sin título universitario. Impuso un mensaje populista y proteccionista, en contra de los acuerdos de libre comercio que impactó favorablemente en el centro y norte de los EEUU, la región más afectada por el éxodo de fábricas locales que provocó la globalización y la pérdida de empleo que reemplazó la mano de obra por tecnología. Esto determinó, increíblemente, una amplia desconfianza del electorado hacia los dos candidatos, y un marcado descontento de los norteamericanos con la política. No importó estar ante un aspirante a la presidencia que promete deportar a 11 millones de inmigrantes ilegales, prohibir temporalmente el ingreso de musulmanes a Estados Unidos además de construir la muralla en la frontera con México.
No fue suficiente y el pueblo norteamericano ha elegido a Trump que ha prometido bajar impuestos a tasas de la Segunda Guerra Mundial, con un tope del 15% para cualquier empresa. Un mandatario que eliminará el impuesto de ganancias a más de 73 millones de hogares, así como deducciones y exenciones que vea innecesarias. En salud Trump ofreció revocar el Obamacare y crear una cuenta de ahorro de salud familiar exenta de impuestos. En materia de educación, Trump propuso eliminar los estándares educativos denominados Common Core, que persiguen la unificación del sistema educativo en Estados Unidos. Estos estándares evalúan a los estudiantes a nivel federal desde la Educación Infantil hasta finalizar el Bachiller.
El flamante presidente norteamericano es un defensor a ultranza de castigar de forma más severa a los que empleen las armas para cometer crímenes y, al mismo tiempo, promete una ley que proteja a los usuarios de armas. Como política medioambientalista, Trump promete cancelar los Acuerdos de Paris que fijan medidas para reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero e impulsar la producción de carbón.
En política internacional el gobierno de Donald Trump se planteara profundizar las relaciones con Rusia, y rechazará el acuerdo de desarme nuclear con Irán, y se plantea acercarse a Cuba con una posición critica al plan aperturista que dejó Obama. Su posición antiterrorista propone matar a los familiares de los activistas terroristas. En materia económica internacional, Trump amenaza con acabar con todo acuerdo comercial que no mejoren las condiciones favorables para los EE.UU.
En el ámbito internacional no existe contrapeso para las pretensiones hegemónicas norteamericanas. Y al mismo tiempo EE.UU ahora representa el balancín que mantenga equilibrio frente al poder de Rusia o Asia, asi como es impensable sin los gringos a la cabeza, un liderazgo global suficiente para encabezar la lucha contra el terrorismo internacional. Trump es motivo de preocupación por sus posturas sobre Rusia y sobre los socios de la OTAN. El futuro presidente republicano de Estados Unidos ha alabado al presidente ruso, Vladimir Putin, y el pasado julio dejó de una pieza a Europa cuando afirmó que, “si Rusia atacara a un país miembro de la Alianza Atlántica, él sopesaría si dicho país cumplía sus compromisos sobre defensa antes de proporcionarle ayuda militar”.
A pocos minutos de ser elegido como el 45 presidente de los norteamericanos, Trump exhibió un mensaje conciliador –seguramente recomendado por sus asesores de campaña-, que envía señales contradictorias al mundo. Se mostró interesado en un tema prioritario: unificar al país. En su discurso ha prometido que con él «ningún americano se sentirá olvidado», millones de empleo y la reconstrucción de un país y del sueño americano. La prensa internacional lo resume asi: El eje central de su discurso, emotivo e improvisado, ha consistido en recordar la necesidad más inmediata que pasa por unificar al país. Consciente de la división tan profunda que dejan unos resultados electorales tan reñidos, el que será el próximo presidente de EE UU ha asegurado que «es tiempo de juntarnos como un pueblo unido. Seré el presidente de todos los americanos y esto es importante para mí», A los estadounidenses les ha prometido que les hará sentirse orgullosos de su presidente. Antes de decir que ama a su país, Trump ha asegurado que tiene un gran plan económico, que pasa por «doblar nuestro crecimiento». En el plano internacional, el discurso de Donald Trump ha sido patriótico y chauvinista: «Nos llevaremos bien con la naciones que se quieran llevar bien con nosotros». En tono triunfalista, ha especificado que no se conformará con nada que no sea lo mejor para el país y ha recordado que aunque pondrá «los intereses de EE UU primero», tratará «con todos de manera justa, sin hostilidades ni conflictos». Pero al mismo tiempo esa prensa, clava dardos significativos en la opinión pública mundial: el triunfo de Trump aturde al mundo, dijo The Guardian de Londres. Y El País de España sentenció: Estados Unidos cae en manos del populismo agresivo de Trump.
Al día siguiente del triunfo de Donald Trump, para millones de seres humanos en el mundo, se ha iniciado el tiempo del terror. Los norteamericanos han dado una señal clara: aburridos de la vieja clase política desprestigiada, se han lanzado a una aventura imprevisible. Los análisis elitistas al margen de la real opinión de la gente han mostrado su fracaso y poca visión del futuro -que puede no ocurrir-, pero que hay que hacer que ocurra. La visión de los analistas políticos esta vez no reflejó lo que pasa en las calles. Los escándalos de un magnate excéntrico no preocuparon al gran público norteamericano, tanto como las denuncias de corrupción contra una ex funcionaria del más alto nivel del Estado. Y eso no lo reflejaron las encuestas que son las grandes perdedoras y han demostrado ser piezas de museo: no reflejaron el voto vergonzante -no confesado-, que dio el triunfo a Trump. Un voto que “estigmatiza a quien lo defiende como un retrógrado racista analfabeto”.
El voto popular estadounidense demuestra una decepción y odio contra el establishment, las grandes corporaciones y, en general, contra su propio sistema político: los latinos en más del 30% han votado por un tipo que dijo, públicamente, que los odia. Ha triunfado un discurso político que denuncia el sistema que nos está estafando y hay que acabar con la globalización económica. Hoy es el primer día del resto de lo peor. El sistema norteamericano igual sobrevivirá, los coletazos del capitalismo son eso, coletazos. Con todo, este siglo XXI no puede ir a mayor mal. Hay un mundo que no acaba de morir, y otro que no acaba de nacer. Aun cuando el futuro es un tiempo que puede no ocurrir.