“A mí lo que me da terror, lo digo sinceramente, es que vuelva otro muerto de hambre a la Presidencia y se arregle la vida en cuatro años”, declara en un panel de radio Macarena Valarezo, ex Reina de Quito y ex Concejal, desatando una andanada de críticas de la ciudadanía. Frase que, además puso en twitter y pidió que la re tuiteen: si tienes el mismo miedo que tengo yo.
El país comenta, sorprendido, las excluyentes declaraciones de Valarezo. Y no es para menos. La afirmación brota de su más íntima condición clasista, pequeño burguesa en ascenso o arribismo constante. Una postura discriminatoria, ofensiva por el desprecio que profesa en contra de las personas humildes, o poco posicionadas en esa elite de medio pelo urbana, a la que todo le apesta y vive soñando en un Ecuador sin longos muertos de hambre.
Macarena, se reafirmó en las siguiente palabras: “Perdónenme que les diga eso, pero es preferible tener a un empresario probo, a una persona que ha demostrado saber hacer empresa y que sabemos que no necesita estar en el gobierno para aumentar su riqueza, ni para ser el hombre más rico, aquí o en Ginebra, aquí o en Suiza, aquí y los diferentes Panamá papers de los diferentes paraísos fiscales”
La ex concejala que buscó notoriedad al polemizar sobre el proyecto del aeropuerto de Quito en la Alcaldía de Paco Moncayo, mostró real sinceridad al demostrar infinito desprecio por los pobres, pero incurre en el mito de que los ricos no roban, lo cual no es cierto. Muchos ricos llegan a serlo, aprovechándose del trabajo ajeno, explotando a los trabajadores, apropiándose de los dineros de los depositantes de los bancos donde mantienen paquetes accionarios, robando los dineros públicos o haciendo negocios turbios entre gallos y medianoche.
Las afirmaciones clasistas de Valarezo contradicen los argumentos propagandísticos de Guillermo Lasso, quien se quiere presentar como el niño humilde que logró una posición social y económica, trabajando desde muy temprana edad. Es decir, el viejo cuento gringo del Self Made Men, el hombre hecho a sí mismo. En todo caso, el daño que producen a las pretensiones electorales de Lasso, es significativo. Ningún candidato puede presentarse, asi suelto de cuerpo, de aniñado en un país con pobreza extrema e indigencia como es el Ecuador. En una nación con necesidades sociales insolubles, es un suicidio político aparentar aires ilustres o tener pujos aristocráticos. En un Ecuador que tiene conciencia, hoy más que nunca, de sus derechos constitucionales, es una supina estupidez proyectar la imagen de excluyente, antidemocrático y retrogrado. En ese sentido, es muy flaca la contribución electoral de la reina al banquero.
La participación e inclusión políticas no deben estar determinadas por la posición económica o social, lo cual es un argumento absolutista propio de una sociedad medioeval. La ex reina piensa que solo los ricos pueden gobernar y los pobres ser, simplemente, súbditos de clase de los adinerados del país. No obstante, niega el sentido de sus afirmaciones: “No hablé en contra de la gente pobre, -aclaró tardíamente la ex concejal– sino de esa gente que no ha producido ni un centavo y solo piensa llegar a un puesto público para hacerse millonario”
Lo curioso es que la reina de Quito con parientes que accedieron al poder, no nació, precisamente, en cuna de oro, ni tiene la alcurnia que se pudiera pensar; es, más bien, producto de esa clase media quiteña, cuyo máximo aspiracional es figurar en cargos públicos. Su padre, Gonzalo Valarezo fue gestor de la corriente demócrata cristiana ecuatoriana; Macarena es sobrina de Marcelo Fernández de Córdova, gestor de la firma de la paz con Perú en Itamatari. Y no podían faltar sus parientes socialcristianos, como su tío ex presidente de Ecuador, Camilo Ponce Enríquez. Es decir, personajes que, de un modo u otro, contribuyeron al país desde puestos públicos, cuyo acceso la ex Reina de Quito subestima, al creer que un muerto de hambre no podría alcanzarlos por ser pobre y ladrón. Un prejuicio social de fuerte connotación clasista y discriminatoria. A la postre, en febrero se verá si los muertos de hambre a los que ella pedirá, necesariamente el voto, castigan el exabrupto que salió de la boca de la ex reina de belleza, negándole el sufragio a una candidatura excluyente y despreciativa de la condición humilde de la gente.