Será que un atavismo cristiano marca el comportamiento del ser nacional, que diversas sentencias bíblicas se cumplen en la política local. Parábolas de la coyuntura como advertencias influyen el ánimo del electorado: Me negareis tres veces antes de que llegue el alba. El que a hierro mata, a hierro muere. El que esté libre de pecados, que lance la primera piedra, etc. La política criolla incluye a los Pedros negadores de sus tiendas partidistas. A los Judas que defeccionan y se quedan en el limbo de la traición. Magdalenas de la política que se prostituyen ante el mejor postor. Contumaces que matan a hierro y luego, políticamente, a hierro mueren. Cadáveres políticos insepultos, autodenominados demócratas y cristianos. Fariseos que rasgan vestiduras y ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Moralistas de sepulcros blanqueados que perviven de la corrupción. La ciudadanía los conoce y reconoce en la farándula política de la tele, los identifica en editoriales de la prensa escrita y escucha en radios adictas a las tertulias banalmente tendenciosas.
Enhorabuena la política también tiene redentores. La figura de un Lenin Moreno, promete redimirnos del pasado. Reivindicar el derecho al cambio del ser nacional. El político que, durante casi una década, proyectó el rostro amable en contraste con el duro liderazgo de Rafael Correa. Lenin se proyecta hoy como un consolidador de la política de justicia social. Para muchos, el buen candidato, para otros, no necesariamente un mejor presidente. Un líder de la revolución ciudadana, que ha reconocido que dicha revolución no cambió el ser nacional. Un hombre dispuesto a conservar y revolucionar, a continuar e innovar. Un político que levanta la bandera de la vida por sobre la apología de la muerte, tan presente en las arengas revolucionarias: Patria o muerte, venceremos. Ahora sabemos que no es preciso buscar las causas por las cuales inmolarnos, basta construir un país de justicia en la lucha cotidiana.
El otro Lenin, el bolchevique, dijo que el humor es revolucionario. Lenin, el criollo, valora el humor como la forma de ser de un nuevo ser. Con una afable sonrisa anda convenciendo a todo mundo que es mejor sumar que dividir, multiplicar que restar. Sus detractores le endilgan discapacidad física, y Lenin se proyecta como la metáfora del hombre en capacidades distintas de liderar el país. Un tipo sencillo que desde su humildad y con decisión, está torciéndole la mano a la arrogancia del dinero.
Por eso Lenin convence como el político que nuestro país necesita para salvaguardar lo logrado y materializar lo anhelado. Lenin, no hará milagros en un Ecuador agobiado por la crisis, pero echa el resto donde hay que sumar gestos de fe. ¡Vamos a vencer! Es su grito de batalla. Promesa que encierra compromisos más allá de la victoria electoral. Lenin no predica en el desierto, lo hace de cara a las multitudes. Lenin pregona que su gobierno será esencialmente para el ser humano. Su credo es un país libre del pecado social de la miseria, material y espiritual. Está escrito, según sus propias profecías políticas.