Uno de los mitos más sonados de las empresas mediáticas es hacernos creer en su imparcialidad, veracidad y oportunidad para informar, entretener y educar. Al menos, nuestro profesor de Periodismo Informativo se destornillaba, tratando de explicarnos y vendernos la idea de la objetividad periodística. Pan de pobres que al día siguiente fue, nada más, migajas. La verdad de la milanesa, es otra. La insoslayable función asumida por los medios, sin lugar a dudas, es aquel cotidiano rol político que ejercen los espacios informativos y de comentarios, conducidos por personajes advenedizos a la profesión o con título de comunicadores, que generan opinión pública con escasa fundamentación en investigaciones y pruebas periodísticas.
Al calor de la campaña electoral presidencial del 2017, Ecuador ya es escenario de entrevistas televisivas, de radio o editoriales de la prensa escrita, en las que sus autores o responsables, en lugar de informar y educar, al menos entretienen con tendenciosos comentarios a favor de uno u otro candidato y en contra del resto. No obstante, suelen salir también los tiros por la culata.
Esta semana, hemos presenciado como televidentes, dos piezas de periodismo criollo que, por decir lo menos, se llevan los laureles como signos del destemple periodístico en el país, es decir, de la ausencia total de equilibrio informativo y manejo inteligente de la diversa opinión del otro. Uno de esos programas periodísticos fue el espacio de Teleamazonas, Hora 25, que marcó la semana pasada, el retorno del periodista Andrés Carrión a la pantalla chica, esta vez a una estación de televisión, otrora competencia suya. Una entrevista que tenía como invitado al Presidente Rafael Correa, se convirtió en un dimes y diretes con un Carrión provocador y errático en sus argumentos, que se enfrentó a un ducho entrevistado que asistió armado con todos los recursos a la cita periodística.
El diálogo comenzó tenso por las continuas insinuaciones del entrevistador en busca de poner en mal predicamento a su invitado, y se fue volviendo denso, al punto que en forma inexplicable, Carrión golpeó la mesa para enfatizar sus palabras. El descomedido gesto fue rechazado por el Primer Mandatario con la amenaza de retirarse de la entrevista, con un elocuente “no sea majadero” -sinónimo de simplón, necio y mentecato-, según el diccionario. Un Carrión intemperante optó por manejar de mala forma la ironía, sin conseguir ganar la moral a su contrincante que, canchero y solvente, apabulló con argumentos al nervioso entrevistador. En el momento más turbio de la entrevista, Correa calificó de “mentiroso” a Carrión, por haber retuiteado insultos y mensajes ajenos a la verdad, respecto de las cifras económicas oficiales y acciones tomadas por el gobierno. En el desenlace del programa, quedó el sabor de un acto mal manejado por un entrevistador que, luego mostrarse “periodista cuestionador”, fue bajando la guardia hasta terminar conciliador, con bromas y gestos más amables que su intempestivo comienzo. El tiro por la culata, llama el pueblo a los intentos fallidos que se revierten, como boomerang, contra uno mismo.
El otro espacio televisivo en el que el anchor lleva un fin predeterminado al desarrollar el cuestionario, y no permite el devenir natural de la entrevista, ocurrió el martes 18 de octubre en Ecuavisa. Consecuente con la asignación periodística y concordante con la línea editorial del canal, Alfredo Pinoargote saca de quicio a Cynthia Viteri al preguntarle cómo va a gobernar en la práctica, lo que fue interpretado por la candidata como una alusión a su falta de capacidad para hacerlo. Luego del primer encontrón, la entrevista se tornó inmanejable, con una Viteri que reclamaba su derecho a hablar, y de paso, sugería las preguntas a su entrevistador. Y un Pinoargote que insistía en cuestionar a la candidata por su capacidad de gobernanza. «No creo que usted me pueda decir que no tengo experiencia, -dijo Viteri-, quédese tranquilo que yo sé cómo hacer las cosas». En los minutos siguientes el coloquio fue un diálogo de sordos: «Queda constancia de que su tema es político, y que usted no escucha a la gente”, acusaba Viteri a Pinoargote. En tono de reproche y con la amargura reflejada en el rostro deslavado, casi sin maquillaje, Viteri reclamó a su interlocutor “usted, Alfredo, tiene un candidato en el corazón” y, a renglón seguido dijo que fue convocada a la entrevista para “ser utilizada” en favor de ese candidato, en clara alusión al banquero Guillermo Lasso. El viejo presentador de noticias dio por terminada la entrevista, con la incómoda sensación de no haber cumplido su cometido.
El mito de la objetividad periodística, deambula en los set de televisión y en las salas de redacción, como el fantasma de una defunción de antaño, cuando el instinto periodístico mantenía viva cierta ética como una forma digna de ser periodista. Ahora los disparos al aire, también suelen ser tiros por la culata.