Un cronista de nuestro tiempo, se define como un sanador que podría mostrarnos el equilibrio entre las fuerzas que polarizan la vida, el escritor Edgar Allan García, -militante del grupo cultural Kviernikolas-, responde las interrogantes de un cuestionamiento de cara a un encuentro de palabras abiertas.
Prolífico autor de más de sesenta libros en los géneros de cuento, poesía, novela, ensayo y literatura infantil-juvenil, Edgar Allan ha ganado algunos de los premios más importantes de su país. El premio Darío Guevara Mayorga (en tres ocasiones), la Bienal de Poesía de Cuenca (en dos oportunidades) y el premio nacional Ismael Pérez Pazmiño y en el 2015, premio Bienal de Poesía de Pichincha, entre otros. A nivel internacional, se destaca el premio Pablo Neruda en poesía y el Plural en cuento. En 2004, ganó el Hideyo Noguchi, cuyo premio literario lo llevó a una gira de un mes por Japón.
Su libro Leyendas del Ecuador se ha convertido en un clásico de la literatura nacional en escuelas y colegios, en tanto que su novela juvenil El rey del mundo, fue escogida como parte del programa nacional de lectura de Argentina. Es parte de múltiples antologías mundiales de poesía y cuento, y en 2010 fue incluido en el Gran Diccionario de Autores Latinoamericanos de Literatura Infantil y Juvenil, de Jaime García Padrino.
Edgar Allan, instalado en la retórica de un diálogo sin ambages, va desnudando verdades, esgrimiendo razones y acuñando esperanzas en que los tiempos que se viven sean siempre transitorios.
¿Cómo caracterizar la época en que estamos viviendo…?
Gilles Lipovetsky habla de la era del vacío. Yo creo que detrás de todos los inventos tecnológicos y de todos los avances que ha habido en los últimos cien años, nos hemos dado cuenta de que todo lo que ha provenido de la razón, de la ciencia, de espíritu racionalista tiene serias falencias. Que esa versión de que la razón engendra monstruos se hace como nunca realidad, que lo externo no nos satisface, que la búsqueda de la felicidad se ha visto frustrada. Hay un discurso autoritario que nos ha empujado hacia el individualismo, que nos ha atomizado, que nos ha sacado de los verdaderos temas de la existencia, entonces se magnifica al individuo por encima de la comunidad, del sindicato, precisamente, para despolitizarlo para que no asuma su realidad y no se organice para cambiarla. Y esto es producto de una cultura del capitalismo, pero también del neoliberalismo. Para que el personaje se sienta a gusto con su egoísmo, con el consumo de productos y no tenga ninguna cortapisa respecto de lo efímero del último grito de la moda, se trabaja para aislarlo de esa manera para que persiga pokemones en vez de metas. Pero esa supuesta felicidad, a través del consumismo, lo único que nos trae es una época de vacío.
El neoliberalismo busca poner fin a lo colectivo, como cultura del individualismo…
Exacto, pero, además intenta decirnos que la cultura occidental es universal. Esto ya es una idea que viene del liberalismo decimonónico, que dice que las diferencias que encontramos en sociedades suburbanas o marginales son diferencias mínimas, que en realidad vivimos en torno a la cultura occidental. Es como el individuo que se toma una foto en la plaza del Cuzco abrazando a una llama y en un instante toda la riqueza de esa cultura que está tratando de fotografiar, se transforma en una simple postal. Es decir, reduce las diferencias y las mete dentro de su burbuja occidental. Por eso, Fukuyama hablaba del fin de la historia; él no quería decir que no iba haber nuevos acontecimientos, sino que a partir de la caída del muro, podría extenderse por todo el planeta la noción de la democracia liberal.
Además, lo decía en un sentido de que los objetivos de la historia ya se habían cumplido, idea hegeliana…
Es muy hegeliana, exactamente.
No hay historia como acontecer, tampoco como estudio o reflexión de la historia…
Si no hay historia, no tenemos nada que reflexionar al respecto y no tenemos nada que cuestionar respecto de esta famosa democracia liberal. Pero en los países del primer y el tercer mundo, detrás de esa pseudo-democracia que nos exhiben, quienes verdaderamente tienen el poder son el capital financiero y las grandes transnacionales que son las que marcan la agenda de sus presidentes y su política interna y externa. Si hay un poder por encima del pueblo, es el de los grandes poderes por encima de las necesidades del pueblo.
En este contexto histórico, se da un ámbito cultural caracterizado por la hibridación cultural, la no diferencia entre cultura culta, popular y de masas que se impone hegemónicamente. ¿Es ese el espacio cultural en el que estamos viviendo?
Estamos librando una guerra y la quinta dimensión de esa guerra se produce en el ciberespacio. Y la información y distorsión de la realidad, a través de las redes y de los medios fieles al proyecto del gran capital, es lo que está transformando a nuestras sociedades en sociedades cada vez más livianas, exitistas y egoístas. En esa medida estamos más pendientes del divorcio de Angelina Jolie que de cuestiones fundamentales que nos rodean. Piero decía, “las cosas se cuentan solas, solo hay que saber mirar”, pero la gente no sabe mirar, talvez nunca supo. Siempre hubo una masa de personas que lo único que ha tratado es de sobrevivir. Entonces los gobernantes proponían pan y circo. En esa medida, siempre la política fue banal, porque al despojo le seguían ciertos regalos para tranquilizar al pueblo. Los grandes poderes siempre se valieron de esa manipulación para gobernar. La cultura de masas ha sido implantada por Hollywood, es una arremetida cultural desde donde nos venden héroes que son sus héroes e historias que trastocan la verdadera historia. Y nos venden la idea, además, de que todo es subjetivo. Al derrumbarse los ideales racionales a través de estados que fingían ser democráticos y que han ido de una guerra a otra, la gente ha dejado de creer que a través de esos procesos racionales se puede llegar a lo que, en última instancia, es la felicidad. Eso explica en parte que hayan vuelto con fuerza las viejas religiones, las sectas y las creencias místicas y orientales, esotéricas, dentro de ese movimiento que se llama de la nueva era.
Hay una deificación de la realidad nuevamente…
Si la razón no nos ha dado una respuesta, busquémosla en otro sitio, dicen muchos. Se la busca en rituales que son prepersonales, que manejan elementos muy regresivos de la realidad y se las confunde con lo transpersonal, que es la búsqueda de un vuelo más alto del espíritu humano, la trascendencia más allá de los limites dimensionales que nos oprimen. Todos los viejos mitos otra vez vuelven a la vida. Novelas como la de Harry Potter también triunfan porque la gente está hambrienta de cosas esotéricas, misteriosas.
Hay una vuelta al oscurantismo medioeval…pero, como el viejo Marx decía, eso es pura fantasía desprovista de imaginación…
Bueno, puede ser, se derrumban los grandes ideales racionalistas. Las urbes que deberían ser el sumun de la racionalidad, las calles, plazas, etc., se transforman en junglas de cemento. Los humanos ya no se sienten a salvo en eso que debería ser el orden. Lo que se ha llamado una sociedad de consumo tampoco le da respuestas a lo que desde el fondo de su ser está buscando, por tanto, busca en sectas y creencias esotéricas una respuesta para todo eso.
“SEAMOS CAPACES DE REIRNOS DE LAS TRAGEDIAS”
Tú has dicho “la importancia de nuestra cultura no se ha entendido en nuestro país, visto a la distancia la revolución cultural debió ser lo primero y no un espacio marginal como hasta ahora. Crear una cultura de paz, de solidaridad debió ser la prioridad”. Comenta esto.
Se ha confundido la cultura, por un lado, con lo artístico y, por otro, con lo ancestral. La cultura no es soo eso, se trata de todas las vivencias cotidianas, las creencias, las vestimentas, formas de asumir el mundo, de concebirlo. Por un lado, hay una espiral caótica que está permanentemente tirando hacia la muerte, hacia la destrucción, y la labor del Estado tendría que ser entonces la de fortalecer una cultura de paz, de transparencia, de esperanza, de honestidad, de la misma forma en que la academia de la lengua trata de mantener el idioma hasta un límite, mientras en la calle se están generando nuevas formas de expresión todo el tiempo. Si por un lado, la llamada cultura popular tiene una tendencia hacia la autodestrucción, al desangre y la frustración, con música en que todo es una tragedia, para darle una alternativa de esperanza a la gente el Estado tiene la obligación de crear una cultura también de esperanza. La cultura tiene la riqueza de los mitos y tradiciones, con valores itemporales, pero por otro lado está el reducto de las taras culturales, el regionalismo, el racismo, el alcoholismo, la xenofobia el machismo, pues todo es también parte de la cultura. Entonces es parte de la labor del Estado contrarrestar aquello. La cultura es la que verdaderamente puede hacer la transformación.
¿Es posible saldar la deuda cultural, hay tiempo, hay voluntad?
Yo creo que la única oportunidad que tiene el país de que se produzca una verdadera revolución cultural, es si tenemos otro gobierno de revolución ciudadana con sentido de autocrítica y cambio. Lenin Moreno habla mucho del humor, de esa capacidad lúdica que tiene el pueblo; creo que eso debería ser parte de la revolución cultural, la posibilidad de que creemos un ciudadano con resiliencia, que sea capaz de reírse de las tragedias y echar para adelante.
”EL ARTE NO ES LA EXPRESION MAS ALTA DEL SER HUMANO”
¿En esta sociedad postmoderna hay un falso arte?
El postmodernismo nos empuja a creer que no hay verdades absolutas, que todo es relativo y todo vale, como la canción Cambalache, da lo mismo un burro que un gran profesor. Cualquier cosa puede convertirse en arte si tiene una madrina o un padrino que le dé un sentido, y eso ha perjudicado la noción que ha tenido la gente respecto del arte. Se ha magnificado esta noción de lo subjetivo, pero en la realidad un meteorito chocando contra Júpiter no es nada subjetivo, es algo completamente objetivo. Es verdad que en ciertos otros niveles se puede tener una visión un poco más multidimensional de la realidad. Creo que Faulkner y Onetti nos enseñaron que hay muchas formas de ver una misma historia, pero hay hechos que son absolutamente objetivos. Este arte que no es creado por artistas, sino por curadores, deja en mal predicamento a toda la historia del arte. El arte no es la expresión más alta de ser humano, yo creo que es el silencio, la interiorización, la capacidad que un ser humano puede tener de ir más allá de la vivencia. Pero a la hora de ponerle palabras a ese silencio, no creo que haya mejor vía que el arte.
Pero como ejercicio existencial, el arte es el único camino. Creo que es la forma de dar respuesta esencial a las interrogantes del ser humano…
Yo creo que la verdad es inexpresable, que la realidad es inasible, que la única forma de captar lo que verdaderamente sucede es con los ojos cerrados e interiorizando aquello que hemos percibido. Y que esa verdad última, que está más allá de lo evidente, solo es posible captarlas asi en la interiorización. También la meditación es una forma de ir hacia la esencia de las cosas.
Entonces ¿cómo vivir las relaciones sociales?
Wilber habla de la jerarquía y la holarquia, en la segunda los que están arriba viven de los que están abajo y ordenan a los que están abajo. Es una pirámide. Pero hay algo más allá de ese concepto piramidal. Es la holarquía, un concepto mucho más avanzado de lo que nosotros llamamos democracia. Pero para llegar a eso se necesita un salto cuántico de la conciencia. Nos han tratado de convencer de que la democracia, con todas sus falencias, es en la práctica la mejor forma de gobierno. Y posiblemente sea cierto, pero tenemos que centrarnos también en las falencias. Eliminar el ego, el sectarismo. Clarificar las relaciones de poder nos lleva a un perfeccionamiento de eso que llamamos democracia. Porque si no, puede pasar por democracia una relación autoritaria, vertical que no se compadece con lo que queremos. Dar un paso cualitativo hacia la conciencia nos tiene que obligar a ir hacia la holarquia.
Ese salto cuántico no lo dio el socialismo ¿La caída del socialismo es un síntoma de la muerte de las utopías o, al revés, la muerte de la utopías condujo a la caída del socialismo?
No. Yo creo que la utopía que planteó Marx, que era el comunismo, nunca se plasmó, se fortaleció el Estado en vez de disolverse que esa era la idea de avanzar hacia el comunismo. Entonces ese Estado omnisciente, asfixiante, totalitario era precisamente la contradicción del marxismo y se fortaleció porque había una guerra fría y estos grandes poderes necesitaban armarse, enfrentarse y disputar espacios en el planeta. En la misma medida en que el propio Estado socialista abandonó la gran utopía del comunismo, es que este se vino abajo.
¿Hoy no tenemos utopías, no hay causas por las cuales inmolarse…?
Te voy leer algo que escribí y queda perfecto: “hay un tiempo para aprender y otro para desaprender lo aprendido, y otro para crear sobre lo ya creado, y otro para levantar un faro blanco en medio de la nada, hay un tiempo para creer, para incluso morir por lo que se cree puro y anuncia el alba y un tiempo para dejar de creer, para ver cara a cara la sombra de la luz con ojos de agua o fuego o piedra, un tiempo en fin, para reconciliarnos con otra verdad, tal vez menos hermosa, pero más sincera y sin arrepentirnos recordar todo lo que ha muerto en manos de la razón y la locura”. Es cierto, en vez de utopías se le ha dado a la gente la capacidad para consumir, o sea, se ha creado un falso estado de auge económico, ha crecido la clase media que empezó a llenar restaurantes de lujo, empezó viajar fuera del país y a consumir autos y aparatos electrónicos, en fin, objetos. Cuando viene el descenso de la economía por causas externas, esos que disfrutaron de este auge del consumismo se transformaron en furiosos enemigos del proceso. No les dimos lo que en el fondo podríamos haberle dado. Pudimos trabajar sobre la colectividad y las organizaciones, no para sustituirlas, sino para empoderarlas y crear una relación de reciprocidad, no de solidaridad que a veces se confunde con caridad. La reciprocidad está en la práctica de la minga y se creó para que el que recibe no se sienta humillado por el regalo, sino que tenga la oportunidad de devolverlo. Devolvemos el favor entre todos a todos. Haber descuidado eso, ha sido fatal. Construirles casas sin dejar que puedan reciprocar, transforma todos esos regalos del Estado en una forma de paternalismo que no hace que la gente se apropie de lo que recibe.
Esa falta de reciprocidad desemboca en un mundo de la inequidad, contra eso podemos hacer una minga de la vida, de esta forma plural de vivir y prescindir del Estado. Reflexiona sobre este reino de la inequidad…
El problema es que desde el punto de vista tecnocrático a la pobreza se la mide por ciertas entradas y salidas de flujo de capital, pero ésta tiene un componente cultural, psicológico, y ese componente consiste en el derrotismo, en la falta de esperanza, de proyectos en común. ¿Cuál es la idea de la revolución cultural?, precisamente empoderarlos por un lado, y por otro, darles un sentido a sus vidas dentro de un espíritu de minga y de reciprocidad.
“LA IZQUIERDA NUNCA ESTUVO PREPARADA PARA GOBERNAR”
En este mundo que acabamos de revisar está Ecuador. Esta es una cruzada anti neoliberal, pero no anticapitalista, ¿estás de acuerdo en eso?
Estoy completamente de acuerdo. El neoliberalismo fue una estrategia depredadora para hacer más poderosos a los poderosos más y ricos a los ricos. La historia de Robín Hood, pero al revés, robarles a los pobres para darles a los ricos, produjo tantos desastres sociales que hubo una reacción histórica contra eso. La misma propuesta de la revolución ciudadana, 20 años antes no hubiera tenido el éxito que ha tenido, todavía no se había vivido el desastre del neoliberalismo. Entonces, por eso los partidos políticos de derecha que tratan de reimplantar el neoliberalismo, no hablan de políticas neoliberales, porque saben que ese barco se quemó y tienen muy mala prensa y un pésimo recuerdo de la memoria del pueblo. Entonces hablan de la libertad, de la democracia, de la prosperidad y de la inversión extranjera. Pero el pueblo se da cuenta que es el regreso a la vieja política que destruyó al país.
En esta coyuntura de alianzas espurias, ¿cómo se explica que un indígena esté con un banquero, qué te parece este escenario?
Hay muchos que olvidan que la lucha contra el sistema da dignidad y piensan que ya no están para luchar y oponerse, sino para estar siempre en los lugares de privilegio desde donde puedan repartir prebendas, esto es lo único que les interesa: llegar con quien sea a ciertos puestos de poder y, a partir de allí, comprar los aplausos de los suyos y entregar prebendas qué los calmen. Sin ponerse a reflexionar que están traicionando los suyos porque esa derecha de ahora es la misma derecha de siempre, la que se opuso a la Independencia, a la eliminación de la esclavitud, a que se eliminara el huasipungo y el concertaje. La derecha que se opuso a todas las reivindicaciones sociales y que siempre va a tener en la oposición a las más caras reivindicaciones de los más pobres, es decir, hacen un pacto con el diablo. Yo creo que sus bases no deben estar tan satisfechas con ese tipo de actitudes y, más bien, serán las bases las que repudien a estos falsos líderes.
No se está poniendo en práctica la muerte de las ideológicas, más bien se trata de pactos incestuosos…
Es un discurso del oportunismo. Una cosa es la ideología como doctrina y otra es la ideología como falsa percepción del mundo. Pero también la doctrina tiene ciertos puntos ciegos que no permiten ver el mundo. Todo discurso es alusivo, elusivo e ilusivo. Alusivo porque alude a una parte la realidad, elusivo porque al aludir algo, al mismo tiempo elude muchas otras partes de esa realidad, e ilusivo porque la realidad aludida aparece como la única o la más importante. Entonces también lo doctrinario tiene un componente de una representación falsa de la realidad.
El modernismo sacó gran partido de ese oscurantismo feudal donde primaron las ideologías…
Hay una ideología como propuesta doctrinaria que parte de un sentido común. Eso se contraponen completamente con aquellos que van a tratar de esclavizarlos.
El futuro del cambio sin cambio, el regreso al viejo país… ¿para dónde vamos?
Me gustaría pensar que no hay regreso al viejo país, pero hay fuerzas entrópicas que están ahí y que si a eso se suma el proyecto de los medios de comunicación y de las redes sociales, pues es posible que, al menos durante un tiempo, retornemos. Ojalá que no. Sin embargo, creo que las nuevas generaciones que ya vivieron este proceso, aun con sus errores, ya no van a estar tan convencidos de que ese es el único camino.
En cuanto al rol de las fuerzas revolucionarias, esa voluntad política de ciertos sectores que debería ser de cambio radical ¿Qué rol le compete, hay una izquierda revolucionaría o entró en hibernación política?
La izquierda revolucionaria, en el momento en que va a las elecciones se encuentra con una cruda realidad: no tiene llegada en los grandes sectores a los que, supuestamente, quiere salvar. Los votos y su representatividad son mínimos y, por lo tanto, década tras década se ha ido frustrando el proyecto que tiene con respecto a la sociedad.
Pero, ¿por qué sucede lo que acabas de describir, vivimos una época sin salida?
Por un lado, acordémonos que la ideología dominante, es la ideología de las clases dominantes. Y hay gente convencida de que el comunismo revolucionario los conduciría al abismo, ese es el miedo. Y por otro lado, en la izquierda el discurso ha sido muy poco sabio. No ha sabido conectarse con las necesidades del pueblo. No hay una conexión con la historia, con lo que está sucediendo. Muchos de los errores que ha tenido Alianza País, se deben a que mucha gente de izquierda que estuvo dentro del gobierno prefirió la cátedra, la barricada y lo intelectual, antes que afrontar el día a día de administrar una política pública. También es cierto que la izquierda nunca estuvo preparada para gobernar, son los administradores y grandes empresarios de la derecha los que están acostumbrados a gobernar. En la izquierda hemos estado acostumbrados a dar clases, a tirar piedras, a dar discursos y siempre le hemos tenido repudio al hecho de tener que ser el amo de algo. Ese vacío lo llenaron los oportunistas de siempre que ahora, para colmo, son furiosos antigobiernistas.