Qué falta de respeto que atropello a la razón, Enrique Santos Discépolo tenía razón en su célebre tango Cambalache: suelen haber propuestas indecorosas, esa que -según el diccionario de la lengua- «faltan el respeto debido a una persona o situación». Ahora en política se propone un cambalache: que renuncien todas las candidaturas presidenciales de oposición al gobierno y así, presuntamente, lograr la mentada unidad en torno a la derecha. Vieja aspiración, por lo demás, sentida utopía inviable ante la ambición personal y la falta de principios solidos de los candidatos.
Jaime Nebot, viejo político profesional, paladín de la ideología neoliberal ecuatoriana, esta semana pateó el tablero con la propuesta de que tanto Cynthia Viteri, como Paco Moncayo y Guillermo Lasso, renuncien a sus candidaturas presidenciales, a nombre de la unidad de la derecha contra la opción presidenciable de Lenin Moreno. La indecorosa propuesta recibió un rotundo no, con indignación y desprecio. El representante de CREO dijo, sin ambages, que Nebot está dando “manotazos de ahogado” al proponer, en un acto desesperado, que todos declinen a su legítimo derecho a postularse para dirigir el destino del país. El yucazo se repitió, aunque en tono menor, desde la candidatura del militar Moncayo que dijo no poder renunciar a lo que no le pertenece. Lasso, en términos similares, advirtió que su candidatura es expresión de la voluntad de sus proponentes y no suya exclusivamente.
Entre dimes y diretes, Discépolo tenía razón: vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo, todos manoseaos. Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor. Y así lo confirmar la práctica electoral de la derecha cuando propone, en un despropósito arrabalero de política de cambalache que, ahora, los oponentes se muestren iguales, igual que en la vidriera indecorosa donde se ha mezclado la vida, como dice el tango. La connotación de la indecorosa propuesta es clara. En forma automática agitó el avispero y provocó una reacción contraria en la mentada unidad: mayor desunidad por el grado de descrédito que provoca la proposición entre sus propios simpatizantes y frente al país.
En su obscena propuesta, Nebot tiene claro que el que no llora no mama, y por tanto procede, mezcla de impotencia y victimización política, a conminar a sus oponentes a que renuncien a sus propósitos electorales. Una pretendida “Unidad” que nació abortada, fruto de la mezquina ambición personalista de sus representantes, hoy no es capaz de mostrar voluntad de coalición y unidad de propósitos. Los “coaligados” originales Torres, Carrasco, Rodas, y Chumpi, cortados por la misma tijera de la ambición, terminan sometiéndose a la voluntad de Nebot, y por esto no se alinean en la llamada Unidad, engendro forzado ante la angustia electoral de un triunfo individual imposible. Lasso, ubicado como el otro ingrediente de la fanesca opositora, tampoco cuajó como líder de un frente electoral único y en capacidad de hacer mella a la candidatura de Lenin Moreno. Muy por el contrario, afloran expresiones de desprecio contra sus potenciales aliados nebotistas, madera de odiadores de una misma obsesión anticorresista: el apoyo electoral socialcristiano -en la elección presidencial del 2013- me hizo perder, dijo Lasso, en evidente gesto de rencor y resentimiento. De chimbador a chimbador y medio, Lasso y Nebot se repelen en su mismo reducto electoral guayaquileño y, no se diga, en el resto del país: una nación que no tiene intención de elegir a un banquero como presidente de sus destinos.
Un elemento adicional que apresuró la desunidad de la Unidad, fue la forzadísima invitación a formar parte del grupo a Ramiro González y el movimiento Avanza, para muchos considerado traidor al gobierno, oportunista y sin rubor en la cara para enfrentar sus cambios de postura política. El menosprecio de Lasso contra González es signo de su altanería regionalista y de su estigma de clase: un político de medio pelo, veleta y sin principios, no puede estar en la aniñada trinchera del banquero guayaquileño.
La propuesta de Nebot tiene mucho de acto desesperado, presionado por las oscuras circunstancias de verse divididos e impotentes frente a la candidatura de Lenin Moreno que, por lo mismo, avizora un eventual triunfo en la primera vuelta electoral. La propuesta de Nebot no deja de ser, además, candorosa: En política se propone cuando se tiene certeza mínima de ser aceptado y no para generar el rechazo evidente, cuestión que el alcalde guayaquileño no sopesó con anterioridad. En política se propone desde la humildad, no desde la prepotencia si no se quiere generar un boomerang, como el lanzado al aire por Nebot. Si todos deben primero medirse individualmente contra Lenin Moreno, como propone Nebot, para que de allí surja el mejor ubicado frente al candidato oficialista, es signo de que ninguno tiene capacidad electoral de aspirar a la presidencia por sí mismo. La propuesta de Nebot deja al descubierto la verdad de las encuestas: Cynthia está y siempre estuvo, mejor ubicada que Lasso, caso contrario no se arriesgaría a medirse contra sus oponentes frente al candidato Moreno.
La suma de Cynthia, Lasso y Moncayo tampoco es expresión de unidad, sino de lo contrario: del oportunismo frente a una eventual derrota individual. La suma de las minorías para “unificar” una mayoría, no es democracia; es, nada más y nada menos, que la falacia de una componenda electoral que se pretende hacer funcionar al amparo de la democracia formal representativa. Pasa por sobre las diferencias ideológicas, sin respetar las tendencias populares, y sin tomar en cuenta la voluntad mayoritaria de los potenciales electores. La propuesta del ideólogo de la derecha es el signo de nuestro tiempo: el descrédito de los principios y la maquiavélica dictadura de los fines. La propuesta de Nebot, indecorosa y audaz, tiene mucho de cambalache, como canta Discépolo: qué falta de respeto y atropello a la razón.