Su figura menuda viene caminando por el campus universitario entre las barracas que fueron el espacio físico original de la Escuela de Periodismo de la Universidad Central. Es Pilar Núñez de sonrisa afable y enseñanza urgente: darnos una lección de vida en el sentir y en el pensar recio la realidad política y social de los años ochenta. Por esos días, cuando ingresamos a la vieja escuela de periodistas, en 1983, la casa de estudios quiteña no conocía de reformas universitarias ni de cogobiernos estudiantiles. Era el alma mater de viejos maestros forjados en la didáctica del oficio de contar historias, de narrar la política y escudriñar la economía en crónicas de papel periódico, cuando el oficio del periodista fue más noble por su veracidad, que por su audacia.
Eran los días del arcoíris, de gris a negro, del régimen febrescorderista, y la Universidad Central era blanco cotidiano de la represión policial ordenada por el régimen para aplacar al movimiento estudiantil, en pie de lucha contra el gobierno de León Febres Cordero que pretendía estigmatizar el pensamiento social como una tarea de vagos. Desde su pragmatismo ofensivo, el ingeniero metalmecánico denostaba a sociólogos, comunicadores y exponentes del saber académico; entre ellos, al imprescindible Agustín Cueva, destacado adalid del pensamiento crítico ecuatoriano de entonces. En ese clima adverso, Pilar Núñez regresaba de México para incorporarse al aula universitaria, premunida del método de investigación de la comunicación social; mujer analítica y rigurosa sumaba su voz a las voces que, desde la academia, bogaban por un nuevo orden informativo mundial.
Atrincherados en las barracas que servían de aula a la Escuela de Periodismo, por iniciativa de Pilar Núñez, conformamos la comisión que daría cuerpo al alma mater de la Facultad de Comunicación Social, un proyecto largamente acariciado por los periodistas de viejo y nuevo cuño. En asambleas, mítines, clases magistrales y marchas callejeras hasta la sede del poder político, Pilar destacó por su protagónico rol como luchadora social, militante política y maestra de juventudes. No fueron pocas las veces que su figura menuda de mujer decidida y valiente, se enfrentó a la represión callejera de la policía del régimen febrescorderista.
El gobierno de Febres Cordero ya había enfilado sus armas en contra de la profesora Consuelo Benavides, una de las tantas víctimas de la represión y tortura militar; los cuerpos de los hermanos Santiago y Andrés Restrepo, recién desaparecidos después de su tortura y muerte en manos de la policía, estremecían la conciencia de la comunidad universitaria y de todo un país acosado por la represión estatal. Al interior del campus universitario, las bombas de gas lacrimógeno y la paliza cotidiana de los escuadrones antimotines pretendían silenciar la voz de protesta de un movimiento estudiantil y académico, en que Pilar jugó siempre un papel trascendental, desde su condición de maestra comprometida con los destinos de la patria.
En la cátedra universitaria, Pilar blandía una lección de vida, un método de investigación para entender la sociedad, una voz de aliento para transformar el mundo. Su voz sabia se hacía sentir, en la didáctica de verdades esclarecedoras: “Nosotros deberíamos preguntarle a la Sociedad Interamericana de Prensa SIP, por qué nunca se preocuparon de la auténtica ausencia de libertad de expresión, durante todos estos años, en el mundo entero. Tiempo en el que la ciudadanía ha estado postergada de la información” ,
Como parlamentaria en la Asamblea Nacional, su palabra cobraba vigencia diaria, al tenor de los debates académicos y políticos: “El objetivo del proyecto de Ley de Comunicación -que se encuentra listo para votación en la Asamblea- es regular las relaciones comunicacionales donde se incluye a todos los actores y a todos los ciudadanos que realizan actos de comunicación públicos, con el fin de precautelar relaciones equitativas y de justicia en la sociedad”
En abril de este año, en merecida decisión, la Casa de la Cultura Ecuatoriana rindió homenaje a Pilar Núñez, “Por toda una vida de entrega a la comunicación, la cultura, la academia y la política y la construcción del Buen Vivir y sus aportes en los campos de las ciencias sociales”, según señaló Gabriel Cisneros, Vicepresidente de la institución, en esa oportunidad.
“Necesitamos aprender a enfrentar el miedo que nos oprime –decía Pilar- y, a veces, se enseña eso desde el propio miedo, una forma dura que haga que los estudiantes enfrenten al poder”.
Pilar, maestra, amiga y compañera de lucha, que tu palabra perdure en la conciencia de quienes aprendimos de tu ensenanza de mujer comprometida con las mejores causas de nuestros pueblos. Que en la memoria insumisa de quienes recibimos tu ejemplo, perdures más allá de estas palabras emocionadas.