Tu eres la tristeza de mis ojos…dice el verso de una melodía de Juan Gabriel dedicada a su desaparecida madre. Y ese detalle -mítico como en todo detalle, según Barthes- sintetiza la cultura de masas de México, país de origen del divo de Juárez. La muerte, por infarto masivo de Alberto Aguilera Valadez, acaecida ayer domingo en California en el contexto de una gira del cantante por los EE.UU, pone de relieve un aspecto esencial de las manifestaciones culturales de nuestra región. El corte romántico de la música de Juan Gabriel ha llenado la historia sentimental del país y de buena parte de Latinoamérica a lo largo de las últimas cuatro décadas, constituyéndose en suerte de icono de la cultura popular latinoamericana. Una obra musical de rasgos autobiográficos en la que varias de sus canciones reflejan su condición de niño humilde, nacido en la barriada tercermundista de una ciudad en que la miseria pintó de carencias el mapa urbano de su México natal. En ese contexto social emerge el autor azteca, hijo de padres campesinos en la localidad de Parácuaro, Michoacán.
Como en toda historia mítica, Juan Gabriel escribe la suya venciendo la miseria de origen hasta convertirse en el filántropo de niños humildes, a pulso en una carrera profesional caracterizada por las superventas discográficas y la veneración popular. Dice la crónica que Juan Gabriel, el menor de 10 hermanos, vivió sus primeros años en la pobreza y tras la muerte de su padre -quien inspiró su nombre artístico- marchó con su madre a Ciudad Juárez, las más peligrosa del mundo, en el Estado mexicano de Chihuahua. Allí, ingresó en una institución de cuidado para menores de donde escapó a los 13 años. A partir de entonces comenzó un periplo por las calles: vendió productos de madera y cantó en bares de la frontera con Estados Unidos. Padre de cuatro hijos, fue uno de los primeros cantantes mexicanos en admitir públicamente su homosexualidad.
Con estilo de showmen signó la vida artística de varios intérpretes de la música hispanoamericana y se constituyó en el más prolífero compositor de música comercial de habla hispana. Durante 45 años de trayectoria artística, realizó más de 15 mil presentaciones en vivo; las letras de sus canciones fueron traducidas al japonés, alemán, turco, francés, italiano, inglés, griego y portugués y han sido interpretadas por más de 1.500 artistas en todo el mundo. En 1990, fue el primer cantante de música popular que se presentó en el Palacio de Bellas Artes, el recinto artístico más importante de México, acompañado por la Orquesta Sinfónica Nacional.
Dice una versión de prensa que Juan Gabriel dotó de un sello particular y atrevido a la música popular mexicana y latinoamericana, gracias a su estilo interpretativo único y cautivador. En esa tónica cuajó perfectamente en el imaginario colectivo de un continente signado por un sentido de exacerbación sentimental en las lides del amor. El latin lover es el paradigma que mejor encaja en la impronta de mestizo seductor, apasionado, que envolvió la aureola del artista cuidadosamente mezclada con la traza de niño huérfano de afectos, a la falta de una madre ausente por muerte prematura.
Con su muerte a los 66 años, en la cúspide de su nombradía, Juan Gabriel se convierte en el mito de la música romántica latinoamericana, gestor de un grito sentimental y desgarrado que seguirá sonando en las rocolas y emisoras donde el pueblo, sin otro aliciente que la consolación musical, susurre sus temas, -según el mismo dijera-, más que una canción como oración popular.