Es cierto, Quito ya no es la “carita de Dios” sino la “nalguita de Dios”, como decía –con humor- Miguel Donoso Pareja. Es, ahora, una ciudad inundada de basura, desordenada, caótica, agresiva. Los dos años de gestión del Alcalde Mauricio Rodas son decepcionantes. Y penosos. Una administración dedicada a pagar favores de campaña y restablecer relaciones clientelares y no a planificar y peor a responder a las necesidades de la ciudad.
Quito es ahora una ciudad sin liderazgo que camina a la deriva, en la cual los problemas se multiplican y las soluciones no aparecen. Cada día, la Plaza Grande se llena de manifestantes que claman ser atendidos por el Alcalde. Y no reciben respuesta alguna. Nunca de la cara, seguro estará en Miami.
La pésima solución vial al túnel Guayasamín que el Alcalde pretende imponer a la ciudad, es solo el ejemplo mas visible. Inició la ejecución de la obra sin importale las evidencias que demuestran que es improcedente y atenta contra los intereses de la ciudad. Lo mismo sucedió con las paradas mal construidas y los nuevos biarticulados y a diesel. Un desperdicio de recursos que no aportan a remediar los graves problemas de movilidad que soporta la ciudad. Y lo mismo con su absurda obsesión: los Quito cables, que recién la Politécnica está terminando los estudios. Las únicas obras que ha inaugurado son las que se iniciaron en la administración anterior. Y es más, la mayoría están retrasadas, como el intercambiador de Carapungo. Y las obras del metro. Recién a fines de año llegarán las tuneladoras, ha dicho el propio Alcalde.
Mauricio Rodas convirtió al parque La Carolina en polideportivo, talando árboles para llenarlo de cemento. Ya solo falta que también se dedique a encementar el Jardín botánico. Y está empeñado en volver a la vieja forma de hacer política: llenar los barrios con canchas deportivas. Y si ya hay una cancha deportiva, la recubre de material sintético. Nada de procesos incluyentes y participativos. Cero planificación. El camino mas fácil, restablecer esas relaciones clientelares que tanto daño han hecho a nuestras ciudades.
Eso si, la ciudad se ha llenado de avisos y vallas multicolores que lejos de darle a Quito una nueva imagen, la revela deprimida y abandonada.
Los informativos de la comunidad –en medios afines al Alcalde- son la mas clara evidencia de la desesperación de los ciudadanos: “Alcalde, necesitamos se repare la vía, no hay buses, no hay recolectores de basura. Alcalde, cambie de asesores y busque unos que recorran la ciudad,” dicen los vecinos del barrio Venecia 2. Y el presentador Roberto Álvarez concluye muy seguro: “son las promesas de campaña que todavía no se cumplen”.
Ni se cumplirán. Tal cual afirma Daniela Chacón al renunciar a su vínculo con el Alcalde Rodas –y con el movimiento Suma- para cambiarse de camiseta y acercarse a Creo, de Guillermo Lasso. Las denuncias de Chacón son graves: “ se toman decisiones a la ligera, sin hacer estudios completos, sin planificación, con mucha improvisación y de espaldas a los ciudadanos, tratando de simular diálogos cuando ya se han tomado decisiones”. Una forma de gestión, de la que –obviamente- Chacón formó parte. Y, por tanto, también debe rendir cuentas. Y no correr y dar la espalda, como hizo cuando una reportera de Teleamazonas le preguntó por el camisetazo. Es fácil abandonar el barco de Rodas antes que termine de hundirse y reacomodarse políticamente; esa ha sido siempre una práctica de la vieja política.
En la ciudad ronda un creciente descontento, los sectores perjudicados han empezado a organizarse. Los afectados por la inconveniente solución vial Guayasamín, por ejemplo, -que incluye a los moradores del barrio Bolaños- presentaron una acción de protección para detener la ejecución de la obra, y cada jueves realizan plantones de protesta. Lo que obligó al Alcalde a revisar el proyecto, pero sin modificar el concepto y menos el contrato con la constructora china.
Pero también es evidente que los concejales de oposición, de Alianza País, no han sido capaces de canalizar ese creciente descontento y lo que es peor, no han podido ni siquiera presentar un proyecto alternativo para recuperar la ciudad. Un concejal, por ejemplo, dedicado a ser vecino y a “mediar” entre los ciudadanos de los barrios que demandan obras y la autoridad municipal. Es decir, él mismo.
Quito necesita soluciones de fondo. No maquillajes. Quito necesita una gestión técnica y no pago de favores. Quito necesita liderazgo, no pinturas multicolores. Quito necesita hombres y mujeres que ejerzan ciudadanía. Quito necesita un Alcalde.