La propuesta del Código Ingenios en lo que concierne a derechos de autor, propiedad intelectual, entre otros aspectos relacionados con la producción de contenidos visuales, es un tema que requiere ser comprendido, por su complejidad, a la luz de una amplia discusión, según la productora Mariana Andrade. Para la propietaria ejecutiva de la sala Ochoymedio, “aparentemente hay una legalización de la piratería y esa es una batalla en la que yo me he batido. Luego de haber conseguido un acuerdo para que los piratas no reproduzcan ilegalmente obras ecuatorianas, “los realizadores que están contemplados en la investigación que hiciera Ochoymedio (El Ecuador bajo tierra), se ve que todos, permanentemente, han sido pirateados”, señala Andrade.
El Código Ingenios considera inaceptable la piratería de productos del conocimiento y la creación, y al mismo tiempo reconoce la legitimidad de recibir réditos económicos por derechos de propiedad intelectual. Andrade manifiesta que esta práctica se la viene realizando hace algún tiempo entre los productores: “La ley habla del 10%, y nosotros hemos venido trabajando en eso desde el sector audiovisual. Se ha reconocido el 10% irrenunciable al director, al pianista y al músico de una obra. Pero nos preocupa saber hacia dónde va este 10%, o cómo es la repartición que produce el derecho audiovisual. En la realización de la película Entre Marx y una mujer desnuda, ya consideramos esta repartición respecto de lo que recaudaba por obra, a pesar de haber reconocido costos fijos como honorarios”.
La calentura no está en la sabana. El Estado fomenta el reconocimiento de porcentajes económicos (10%) a productores propietarios de obras audiovisuales, pero en la práctica las sociedades de gestión que realizan la recaudación, se enfrentan a problemas de cobranza cuando el deudor es una institución estatal: “Egeda que está haciendo un trabajo con dificultades de recaudación enorme, incluido en el mismo Estado, señala Andrade. CNT no paga y sigue adeudando. Camilo Luzuriaga se reunió con el IEPI y hubo bastante apertura, y éste se comprometió a gestionar ante CNT el cobro de los haberes adeudados a Egeda para que puedan ser repartidos por uso de imagen”. La representante de la sala de cine Ochoymedio, manifiesta que a Egeda le hace falta campañas de comunicación más potentes en el ámbito de los productores de cine, para que su gestión cuente con mayor conocimiento y reconocimiento entre los interesados.
La nueva ley de propiedad intelectual, Código Ingenios, que se debate en la Asamblea Nacional, es explicita en la defensa de un principio básico: democratización de la cultura y acceso al conocimiento como un bien social. Este precepto fue analizado por los realizadores visuales y, según Mariana Andrade, provocó un distanciamiento con productores que manifiestan dudas al respecto. “Cuando el Estado te habla que algo es de interés general, y que debe responder a un sector estratégico –reflexiona Mariana– como concepto básico me preocupa, porque se puede perder lo que se considera dentro del campo audiovisual como una obra con derechos de creación irrenunciables. Pueden declarar de interés general cualquier cosa, depende mucho de la voluntad política y de lo que quieras hacer en términos conceptuales”.
Andrade, no obstante reconoce que el Código Ingenios, -una vez aprobado-, puede representar avances en materia de derechos de propiedad intelectual en al país, por su carácter normativo que otorga un orden prestablecido que se debe cumplir, conforme la ley: “Yo entendí al entrar al campo público. Sé que hay que poner orden en el caos existente, sé que en el campo nuestro hay que ordenar. Dejémoslo como positivo respecto a las prácticas ancestrales, el acceso a tecnologías como el software libre que puedas usarlas sin mayores complicaciones. Creo que el Código no está mal, porque tu creación de alguna manera está protegida, concluye Mariana Andrade.
Una ley a favor de los artistas
Carlos Rosero, pintor de reconocida trayectoria en el país y en el exterior, apunta que frente las diferencia dadas, de país a país, la generación de leyes de autor obedece a la inmensa desigualdad existente entre avances creativos y derechos autorales: El apoyo de derecho autoral a pequeños grupos, es fundamental para conseguir el crecimiento y beneficios económicos de esas comunidades. Todo apunta a ir a una conquista de igualdad en el mundo.
En esa tendencia hacia la igualdad asumida por el espíritu del Código Ingenios, si las condiciones económicas y de distribución de la riqueza fueran distintas, y los creadores fueran beneficiarios de esa distribución, no tendría sentido una discusión sobre ley de autor, señala Rosero. Precisamente, la propuesta de ley de propiedad intelectual que se debate en el país, apunta a reducir la brecha de las desigualdades sociales en términos del acceso y usufructo de los productos del conocimiento.
La proclamación del conocimiento como un bien común es vista como un avance de democratización por el pintor Carlos Rosero, a quien no le preocupa que una de sus obras fuera declarada un bien colectivo: No me molesta que un cuadro mío sea declarado un bien público, la única condición que pondría es la mención de la fuente y nada más. Se debe cobrar derechos de publicaciones comerciales, pero no así para publicaciones gratuitas en el país.
En esa línea de pensamiento, el uso de software libre como herramienta digital de código abierto, apunta al acceso democrático de sus componentes. Como artista visual Rosero, pintor de paleta y soportes digitales, ve con buenos ojos el desarrollo del software no comercial. Ese mundo -dice- se desarrolla de manera comunitaria, colectiva con beneficios recíprocos. En realidad le veo un futuro increíble y va a desarrollar muchísimo estas formas de asociaciones paralelas al software comercial. Creo que el software libre va a sobrepasar a este fenómeno, por más que se asocien transnacionales para producir el software pagado, esta es una tendencia irreversible.
La tendencia de la sociedad postmoderna, como generadora de condiciones que harán más democrático el uso del producto del conocimiento, no deja de ser un hecho contradictorio que profundiza la polémica de fondo: la apuesta por una sociedad democrática que permita el desarrollo del cocimiento como un bien común o una sociedad testamentada que restringe el acceso como un derecho privado y, por tanto, comercialmente transable en el mercado por los monopolios del saber.
Lo que está pasando, -señala el pintor- es que el mundo capitalista creó una serie de herramientas que han permitido la colectivización del conocimiento, paradójicamente. Y es tal el cúmulo de conocimientos que se está dando en estas corrientes comunitarias de desarrollo, que es indetenible. Cuando trate el sector privado de detenerlo, -que desde luego lo viene haciendo-, está deteniendo el desarrollo. Estamos frente a un conflicto intracapitalista que las empresas no van a poder contener y van a tener que rendirse frente a nuevas matrices de conocimiento.
El debate entre productores audiovisuales, pintores y diseñadores gráficos viene a enriquecer el análisis de un proyecto de ley que apunta a proporcionar herramientas accesibles para el oficio de crear imágenes. Finalmente la realidad va ir indicando qué es lo que está bien y qué es lo que está mal en la ley de Código Ingenios. El primer paso esta dado y eso me parece fundamental, concluye Carlos Rosero.