¿Cuál es el rol de los afectos, las emociones y las pasiones en la política?
Comprender la política implica reconocer los antagonismos, las diferencias, las oposiciones y las fronteras -ideológicas, de principios y valores- al interior de la sociedad. Para poder disputarse la hegemonía y acceder al poder como parte del grupo dominante, es fundamental conocer los afectos comunes, y las pasiones que nos movilizan a construir las diferentes identidades colectivas.
La vida social, como sostiene el filósofo Vladimir Safatle, se rige al mismo tiempo por un conjunto de afectos, de lazos, de afinidades, como son la familia, escuela, iglesia, trabajo, instituciones políticas, Estado; dimensiones afectivas que construyen nuestra vida psíquica y emocional, y que se convierten en nuestros movilizadores, en función de las fantasías, deseos, creencias o carencias que se generan al interior de nuestra vida social.
Para poder entender lo que nos impide hacer o no hacer ciertas cosas, debemos conocer cuáles son los afectos y las estructuras emocionales que son capaces de movilizarnos o desmovilizarnos. Como nos recuerda Chantal Mouffe, las pasiones pueden ser movilizadas de forma a profundizar la democracia, razón por la cual, ciertos políticos convencionales y pensadores liberales, buscan excluirlas de la cultura democrática, o marginarles de los canales del sistema político formal, aduciendo que las mismas son irracionales y por lo tanto, indeseables.
Paradójicamente, como sabemos por la historia, las grandes conquistas de la sociedad están relacionadas con la capacidad que tuvieron ciertos movimientos sociales de fomentar, aglutinar y movilizar a la sociedad, a partir de la generación de nuevos afectos, nuevas preocupaciones, o de la concientización de ciertas injusticias.
Si estudiamos y nos sensibilizamos con temas relacionados con la preservación del medio ambiente, y reconocemos que la explotación de la naturaleza y los recursos naturales tiene un límite, es muy probable que promovamos e impulsemos otras alternativas de desarrollo, como puede ser en el caso ecuatoriano, la economía social de los conocimientos, para transitar de la dependencia de los productos primarios, hacia la sociedad de las ciencias, las tecnologías y la innovación, como una forma de preservar la naturaleza asegurando nuestro bienestar y la vida.
No obstante, si seguimos siendo afectados psíquica y emocionalmente siempre de la misma manera: cultura de la explotación, depredación, individualismo, egoísmo, competencia, etc.; es muy probable que sigamos actuando siempre de la misma manera. Ya lo decía Simón Rodríguez: “lo que no se hace sentir no se entiende, y lo que no se entiende no interesa. No hay interés, donde no se distingue el fin de la acción”.
Por ello, no van a ser necesariamente las grandes ideas las que producen las grandes transformaciones, sino los nuevos afectos, las nuevas formas de sentir y sensibilizarse con los problemas y sus posibles soluciones, lo que van a empujar hacia las grandes transformaciones.