Un texto notable inauguró el nuevo milenio del pensamiento social ecuatoriano, desde la reflexión profunda y reveladora de Abdón Ubidia, pensador literato de aquilatada trayectoria en el campo de las letras continentales. Referentes fue y es el libro de cabecera para entender el mundo actual, la postmodernidad, cual fracaso del modernismo. Recuperar nuestro libro Referentes, propone Ubidia al cabo de tres lustros de haber publicado en 2000 un conjunto de ensayos que asombran por claridad y profundidad, dos categorías de difícil amalgama, que permite entender el verdadero carácter de un signo de nuestro tiempo: El neoliberalismo no fue apenas una doctrina macroeconómica. Contrariamente se trató de una deliberada virtualización del mundo real y su montaje de otros hecho de puras representaciones. El ocultamiento -recuerda Ubidia-, no es nada menos que esconder la realidad e imponer los propósitos del nuevo orden global, y con ella, la supresión de referentes, viejos y nuevos, logrados por la humanidad a lo largo de su historia.
La agenda de actividades es larga. Desde el borrón y cuenta nueva de las teorías clásicas del método de las ciencias sociales, hasta la mentirosa ‘realidad virtual’ de las solas ‘representaciones’. La ciencia económica suprimió el tema de las relaciones de producción, distribución y redistribución y se centró en los puros ejercicios monetaristas de oferta y demanda regidos por el dios de un mercado virtual, puntualiza Abdón. Sin dejar de anotar que la postura filosófica que le secunda, con Baudrillard a la cabeza, olvidó los eternos referentes del Bien y el Mal y de lo Verdadero y de lo Falso y ahogó el juego real del mundo en el solo espacio de las representaciones. Consecuentemente, la negación del entramado social dio pábulo para desconocer a la izquierda y la derecha, como pretencioso signo político de la postmodernidad.
Y las ciencias sociales no lo hicieron mejor. Como García Canclini, que dejó de lado lo que había estudiado con tanto fervor, como las diferencias entre la cultura popular y cultura dominante y empezaron hablar de que Las culturas híbridas se habían vuelto hegemónicas y, por cierto, indiferenciables. Este trasvasijo teórico no tiene otro propósito que desconocer la lucha de clases, o al menos, vaciarla de sentido político. Y con ello hacer sucumbir la historia, en un acto de magia teórica, como el que ensayó Francis Fukuyama que, deliberadamente, puso lo que creyó la estocada final a esa ceremonia planetaria de destrucción masiva de los referentes que orientaron y articularon nada menos que toda la Historia moderna y lo que había venido con ella como traído de contrabando del mundo antiguo. El fin de la Historia había llegado por fin. ¿Cuál fue el leiv motiv de todo este aparatoso desmontaje epistemológico? La conclusión es cruel: la destrucción metódica de los colectivos humanos.
Y aquel fue un acto revolucionario, culturalmente transformador en una revolución cultural, llevada a cabo por el neoliberalismo y que en Chile se la llamó, cínicamente, la revolución silenciosa, en plena dictadura de Pinochet. Ubidia nos recuerda que, pocos años antes del pinochetismo, los grandes movimientos sociales, políticos e intelectuales, habían tomado conciencia de su misión humanista, y revoluciones y movimientos independentistas cundían por todo lado ─aunque, en esa época, no se considerara aún, con fuerza, el tema ecológico─, y se pregonaba la revolución social y un cambio que no podía ser sino socialista y anticapitalista. La pregunta emerge sola: ¿cómo pudo llegarse al extremo de legitimar tanto la depredación del naturaleza como la inequidad?
La respuesta es obvia. La arremetida neoliberal, desde los variados temas de la cultura, con el claro propósito de que la ataquemos allí, en su más íntima estrategia, se propuso: la destrucción de los referentes de la realidad más concreta que sostienen la vida social.
Esa intentona pasó por la puesta en práctica de otro mecanismo político: considerar al Estado como un malhechor. Ese fue el punto principal, apunta Ubidia. Para el neoliberalismo, el Estado obeso, etc., fue el principal enemigo. Si la economía se reducía solo al mercado (dizque perfecto, que dizque se regulaba solo) el Estado sobraba: mientras menos Estado, qué mejor, decían. Sin embargo, el neoliberalismo no se planteó suprimir al Estado, sino más bien devolverlo a su origen atroz: privatizarlo, y usar solo sus mecanismos represivos y de control social como hemos visto en Chile y México, España, Grecia, etc.
No obstante, la pretendida vaciedad de contenido histórico de la realidad real, suplantada por un arte de birlibirloque virtual, tuvo que suponer la implantación de otros referentes concebidos por el neoliberalismo. En eso radica la revolución cultural neoliberal de la que habla Abdón Ubidia en su libro Referentes 2016: la globalización reducida al mercado, la supremacía del capital financiero, la construcción de “legítimas” barreras migratorias, la destrucción del medioambiente en aras del progreso y, entre otros, desde luego, la masiva homogenización cultural.
Y la vida se decanta a si misma. La contestataria posición contra la oscura noche neoliberal, dio pábulo histórico a los regímenes del socialismo del siglo XXI con Evo Morales, Hugo Chávez, Mujica, Lula, Néstor Kichner, Rafael Correa, quienes privilegiaron el rol del Estado como regulador del potro desbocado del mercado. Pero ahora el ciclo antineoliberal se ha cumplido, en gran medida, con grandes fallos, terribles omisiones, incluso corrupciones aún oscuras, pérdidas de rumbo que empañaron sus grandes aciertos. Y Abdón activa las alarmas: los gobiernos llamados progresistas nunca fueron anticapitalistas, sino en momentos de excepción. Como bien ha señalado Frei Betto, no lograron cambios estructurales en el agro, la tributación y el consumo y no lograron apoyarse siempre en los movimientos sociales que, ciertamente, no viven su mejor momento.
Un saludable y esperado libro es este Referentes 2016. Probablemente escrito con la misma pasión y lucidez de su antecesor en el 2000, propone una sugestiva comprensión del mundo actual, en sus dimensiones contradictorias, perversas y hasta esperanzadoras. Una mirada penetrante a los vericuetos de la política neoliberal y su desembozado y revolucionario sometimiento de los referentes concretos de la realidad, a la burda representación embustera de la realidad virtual. Un terreno descompuesto o movedizo, según se lo quiera ver, en el que es preciso entender procesos que fueron históricos, necesarios y oportunos (en un aquí y ahora que no se podía desperdiciar), como la irrupción de una corriente de aguas claras, en la superficie de un río altamente contaminado y no humanizable: el del capitalismo, concluye Abdón Ubidia.