El hombre se plantea solo metas posibles. Sin embargo, no todos los seres humanos tienen la capacidad de hacer que las cosas sucedan. Esa sencilla y luminosa verdad permite dimensionar la estatura de los gestos humanos de cara a los desafíos. Los resultados deportivos obtenidos por el club Independiente del Valle en el torneo de fútbol continental Copa Libertadores de América, es una didáctica que enseña cómo superar la desazón de los malos tiempos con trabajo colectivo y confianza en las fortalezas individuales. La excepcional trayectoria de una institución con solo seis años de vida profesional en el deporte de multitudes, el futbol, hace pensar en los factores que hicieron posible un hecho inédito: un humilde plantel futbolístico de barrio supera en la mítica Bombonera de Buenos Aires, templo del futbol argentino, al Club Atlético Boca Junior de aquilatado palmares deportivo mundial.
Los ingredientes de la victoriosa campaña del equipo ecuatoriano en el torneo latinoamericano, encuentran explicación en un trabajo grupal disciplinado, humilde y constante. En la concepción de equipo, sin estrellas fulgurantes, con voluntades fusionadas que engrandecen a cada jugador en el momento decisivo de cumplir su rol en el conjunto. Esa estatura singular, multiplicada en plural conjunción colectiva, es la primera enseñanza que nos regala Independiente del Valle. Con actitud de entrega y estrategia de grupo, ha sido posible que el logro futbolístico del equipo de Sangolqui nos haga olvidar la desazón social, provocada por una tragedia natural que ensombreció el alma nacional. Un estímulo espiritual que calla la boca a los agoreros del desastre, acostumbrados a sacar carroñero partido de los malos tiempos.
Otro componente que caracteriza la victoria en el campo de juego del modesto equipo serrano, es sin duda la grandeza de su humildad puesta en evidencia en declaraciones de los jugadores ante la prensa, luego del sonado triunfo en el estadio de Boca Junior. Habían vencido al grande, al favorito del marketing futbolero, al Goliat en su propio reducto; y sin salir de su fascinación, con clara conciencia del logro obtenido, atribuían al estilo de su trabajo un resultado futbolístico hasta ayer imposible de concebir. En el rostro de esos muchachos que empezaron pateando una pelota de cuero en las calles del barrio, y luego apostaron por militar en un club sin mayores luces, destellaba el regocijo de una hazaña deportiva que los hace brillar con luz propia en los escenarios deportivos internacionales.
El hombre se plantea realizar solo aquello que puede lograr. Instintiva sapiencia que impulsa a cumplir los sueños en la concreción de la realidad. El anhelo de ese puñado de muchachos del humilde barrio se empieza a cumplir, acaso motivados por un gesto de loable generosidad: donar la taquilla de los encuentros que protagonicen en la Copa Libertadores a los damnificados por el terremoto del 16 de abril. El país no sale del asombro por la ejemplar actitud, humana y deportiva, del club Independiente del Valle. Gesto que hace que sucedan cosas buenas por sobre el pesimismo que dejan las desgracias. Que se cumpla una meta posible, a condición de haber mostrado grandeza espiritual frente a los desafíos. De haber soñado con un pie listo para saltar a la cancha con irreducible fe en sí mismo. De haberlo dejado todo sobre el césped en aras del equipo. De haber salido del campo de juego con el triunfo destellando en la sonrisa. Actitud virtuosa que hizo que las metas imposibles también se cumplan. Enhorabuena.