Se dice que el oficio de contar cuentos o historias es propio de los andariegos, de los caminantes, y de quienes han hecho de la narración oral una forma habitual para relacionarse con las gentes y sus tradiciones. Así nace esta práctica cultural que se vuelve un recurso ‘escénico’ para comunicar y transmitir, también para crear nuevas formas de correspondencia muy ligadas a la pasión por la memoria.
Los narradores orales también son los fiduciarios y custodios de cientos de historias populares que recogieron a lo largo de su vida. Y en esa prolijidad está la clave de la destreza que le ha permitido al ser humano, estar cerca de muchos hechos históricos que de otra manera, habrían desaparecido del imaginario colectivo.
La narración oral es uno de los elementos preteatrales, cuenta Bolívar Bautista, narrador oral y actor. Hay una imagen que ilustra el momento en que la narración oral comienza a volverse un fundamento para la comunicación: cuando los cazadores primitivos se refugiaban en las cuevas después de una jornada para buscar alimentos, se comunicaban con los demás por medio de gestos y señas, para ‘contar’ las técnicas que habían empleado para cazar al mamut. Esta imagen inicial -dice Bautista, coordinador de la Red Ecuatoriana de Narradores y creador del encuentro Mingakuento- me ha acompañado durante muchos años. Porque la narración tradicional está en todos los lugares; en toda cultura hay un cuentero; se vuelven bibliotecas ambulantes. El narrador oral, como ocurre en los pueblos montubios de la costa ecuatoriana, cuenta siempre la misma historia sin que varíe ni una sola coma. Esta fidelidad a la tradición, según Bautista, tiene por objetivo transmitir la fábula tal como le fuera confiada por sus maestros.
Lorena Zapata, también narradora oral y actriz, fija una fecha: hace cuarenta años en el Ecuador y América Latina, la narración oral da un giro significativo, cuando muchos actores y actrices de teatro encuentran en esta práctica un recurso para incentivar la lectura en los niños y adolescentes. Y en ese momento -corrobora Bautista- también surge la ‘narración oral escénica’ que se sostiene en algunos elementos que vienen del teatro, como el empleo del gesto para acentuar los tonos, los recursos corporales, uso de objetos, cierta escenografía mínima y música. En ese sentido, dice, se debe hablar de muchas corrientes que emplean multilenguajes y recursos técnicos como el kami shibay de origen japonés.
Si bien se rompe de alguna manera la estructura del narrador oral tradicional, que estaba sentado en un sitio siempre hablando, los ‘narradores orales escénicos’ mantienen la esencia y los principios de esta práctica tradicional: la palabra es el único recurso para transmitir y contar una historia. Es el narrador, su voz y sus gestos los que transportan a las gentes a mundos lejanos o cercanos, a la memoria muchas veces perdida. La literatura es otra de las fuentes; por eso la Red de Narradores Orales aprovecha los textos de escritores ecuatorianos para presentar sus narraciones en varios lugares de la ciudad de Quito como La Florida y San Juan.
Lorena Zapata y Bolívar Bautista, junto a un colectivo de narradores orales, han puesto sus esfuerzos en la realización del Encuentro Internacional de Narradores y Cuenteros, al que le han llamado Mingakuento, y que ya lleva cuatro versiones anuales consecutivas. En cada una de ellas, que se han realizado en Quito, Cayambe, Ibarra, Calceta y El Coca, invitan a narradores orales tradicionales como Dumas Heraldo Mora Monstesdeoca, amorfinero de Manabí; Dolores Lara, de Santa Rosa, Parroquia San José de Ayora de Cayambe; y María Mercedes de los Ángeles Romero Quintuña, de la Parroquia de San Miguel de los Porotos, en Cañar.
Cuando se menciona a los contemporáneos se habla de Alejandro Jovel, Patricio Estrella, del grupo Espada de Madera; Mariel Dorado, una de las fundadoras del elenco social de las ‘Clowndestinas’ y La ambulancia de la risa; Zaydun Choez, Rocío Minda, Zadquiel (Pablo Cisneros), Leslie Aguirre, Josein Morán, Raymundo Zambrano y Ángela Arboleda, entre otros. Y con un lugar compartido: las historias que les contaron sus padres y abuelos en las noches familiares.
FUENTE Revista Rocinante. Campaña de Lectura Eugenio Espejo.