A veces es difícil decidir si una película realmente nos ha gustado o solamente ha tocado ciertas cuerdas de sensibilidad: desagrado, horror, asco… Habría que pensarlo. Y habría que pensar qué fue exactamente lo que conmocionó en una película para dejar al espectador totalmente descolocado, confundido frente a una historia que, sin ser excepcional, es parte de una cotidianidad.
Para decidir esto, con respecto a El clan (Argentina, 2015), de Pablo Trapero, hay que separar cada aspecto del filme para respondernos. En primer lugar, destacar, sobre todo, la actuación de Guillermo Francella, que interpreta a un personaje que va más allá de lo siniestro: es un monstruo con rostro de hombre de familia, un ‘viejito’ que cualquiera saludaría en la esquina, con afabilidad, sin imaginarse que es el mismo que secuestra y asesina personas por dinero, sí, solo por dinero. El rol de Francella se torna, frente al espectador, en una horrible realidad, le da cuerpo a un tipo que causaría terror a cualquiera: sus ojos son fríos, la voz no se eleva nunca de su tono suave, y no necesita siquiera sonreír o gruñir para demostrar satisfacción o desagrado, en una imagen del perfecto arribista, cruel y sin conciencia. Una actuación que le valió a Francella el premio a Mejor Actor en el Festival Fine Arts. Un premio más que merecido.
Habría que destacar el contexto que se teje alrededor de la historia de la familia Puccio: la dictadura agonizaba en Argentina y poco a poco los militares y allegados perdían poder, entre ellos Arquímedes Puccio. ¿Cómo sobrevivir? El depredador persigue su beneficio, a costa de lo que sea, de quien sea: hijos, hermanos, vecinos, cualquier persona es apta para aprovecharse de ella. Y el depredador es un ser protegido por el Poder, el gran depredador, el que alimenta a una prole voraz, pero a la vez solapada, que no tiene escrúpulos frente a la vida o la muerte ajenas. El clan recibió este año el premio a Mejor Película Iberoamericana en los Goya, y el León de Plata en el Festival de Venecia. Está considerada, hasta el momento, la película argentina más exitosa en taquilla.
En cuanto a los otros personajes, habría que decir que son satelitales, sí, giran totalmente en torno al protagonista, y su función no es sino la de completar una del horror disfrazado de cotidianidad. La mujer de Puccio no cuestiona absolutamente nada, y los hijos, que podrían oponerse, se hacen a un lado a ratos, débilmente, a excepción de uno que escapa para no volver. Alejandro (Peter Lanzani) es quien tiene los problemas de conciencia -quizá podría decirse que la perspectiva narrativa está sobre él, aunque de forma débil-, pero no logra desligarse de la autoridad absoluta del padre, de su influjo, como si no pudiera respirar fuera de ese ambiente viciado, ese mundo en el que finge ser solo un jugador de rugby, popular, mientras admite y propicia situaciones aberrantes en su hogar. El actor ganó como Mejor Actor Revelación en los premios Sur.
Volver a ver El clan quizá no sea una opción, por lo menos ahora, pues someterse a una historia de crueldad, que proviene de la triste realidad de un país, es duro; es una película tan bien ambientada que produce escalofríos. Pero definitivamente, es una película imperdible. Hay que verla, hay que conmocionarse, hay que sufrir, y es necesario temer, porque como el personaje de Francella hay muchos, en la calle, monstruos disfrazados de seres humanos, que de un día para otro se develan como protagonistas de una historia.
FUENTE: Revista Babieca. Campaña de Lectura Eugenio Espejo.