La experiencia telúrica chilena aprendida en la dramática didáctica de un país que ostenta el record de haber sufrido el terremoto más potente del mundo, -Valdivia, mayo 1960-, señala que la réplica no suele ser más violenta que el sacudón inicial. El terremoto de abril 16 que remeció la costa ecuatoriana es susceptible de ser una excepción, puesto que las réplicas políticas y sociales pudieran ser más estremecedoras que el sismo.
Los días que antecedieron al terremoto la sociedad ecuatoriana oscilaba entre la urgencia y la incertidumbre de aclarar el horizonte político, de cara a las elecciones presidenciales de febrero de 2017. En los círculos oficiales la disyuntiva entre dos figuras –Moreno y Glas-, hacía prever una lucha de difícil consonancia al interior del movimiento político gobiernista. La crítica del ex vicepresidente, Lenin Moreno, acerca de que Alianza País en estos años no ha “logrado llevar elementos inspiradores suficientes para cambiar el yo interior de nuestro pueblo”, reflejaban que las estrategias de comunicación y formación política han fallado en este sentido. En una retahíla de observaciones, Moreno sugirió una autocrítica sobre las relaciones del movimiento con los grupos de mujeres, pueblos y nacionalidades indígenas, jóvenes, campesinos, amas de casa, médicos y servidores públicos. La sugerencia hablaba de construir una carta de navegación con una mirada y comprensión nacional de lo que el país requiere, en base al interés común. Como factor fundamental para el fortalecimiento democrático del proyecto político, Moreno enfatizó en la necesidad de impulsar el empleo y la producción a través de acuerdos nacionales, atraer la inversión para sostener, promover y diversificar la economía, potenciar la economía popular y solidaria, fortalecer las políticas sociales y profundizar en la revolución agraria.
Las observaciones del ex Vicepresidente cobran mayor sentido hoy que el terremoto pone a prueba la capacidad del gobierno y su equipo, cuando menos margen de maniobra posee desde el punto de vista económico. El futuro político depende de la rápida y adecuada respuesta que dé a las necesidades que ahora se requieren. Un mal manejo, y consecuente fracaso ante la crisis, lentitud e incapacidad de atender las demandas populares podría marcar el destino electoral del régimen en el 2017. La historia consigna que a cada terremoto le sucede una réplica política de mayor o menor intensidad con triunfos o derrumbes de los gobiernos de turno. El terreno se vuelve movedizo con las realidades que afloran entre los escombros: desazón nacional, curuchupismo y afanes de figuración filantrópica, descrédito opositor a los organismos de Estado y desconfianza en las decisiones del gobierno.
En contraste, la eficiente respuesta ante un desastre natural permite consolidar en el poder a algunos gobiernos. La actuación de Gabriel García Moreno en el terremoto de 1868 que arrasó Ibarra le sirvió de trampolín para optar por segunda vez a la presidencia en 1869, ya que personalmente dirigió la reconstrucción. El terremoto de San Juan de 1944 en Argentina que destruyó la ciudad, contribuyó a que Juan Domingo Perón se convierta en el líder más carismático del régimen de 1943. En Chile, la respuesta del gobierno de Sebastián Piñera tras el terremoto de 2010, no impidió en 2014 que la coalición de centroderecha perdiera ante Nueva Mayoría de Michelle Bachelet, muy criticada cuatro años antes por su ineficaz actuación durante el tsunami posterior al sismo de 2010.
En Ecuador es vital dar un remezón a la actitud de ciertos burócratas que, insensibles a los movimientos de la política pública, siguen en sus puestos ignorantes de que las cosas han cambiado y ya no existe el país ideal de los primeros años de la revolución ciudadana. Una deficiente o inoportuna respuesta de la comunicación, o mala difusión de la obra gubernamental, puede sonar a traición política en momentos que se requiere agilidad, claridad y amabilidad en el discurso oficial. El primer mandatario ha reclamado públicamente que la comunicación debe ser en paquete, es decir, concisa, breve y orientadora, caso contrario, por eso nos gana la oposición, dijo Correa en la primera sabatina que realizó después del terremoto, molesto por los engorrosos mensajes del PowerPoint que leía ante camaras sobre las medidas económicas adoptadas en respuesta a la crisis telúrica.
No tener lucidez y sensibilidad para diferenciar entre el guión oficial y la vida real, puede equivaler a un suicidio político a manos de burócratas de mandos medios. Amerita que ciertos funcionarios relean con otros ojos los argumentos de defensa del régimen para no caer en subjetivismos de creer que todo sigue perfecto. La visión autocrítica suele ser más eficaz que la actitud acrítica, siempre y cuando no rebase los límites de la nobleza política. Es muy sintomático que en boca de algunos empleados del gobierno se escuchen las peores críticas al Presidente o al régimen que lidera.
Hay que arar con los bueyes que tenemos, dice el refrán popular; pero esa labor debe ser ejercida, más que nunca, con sentido de consecuencia y lealtad políticas. El rol de los servidores del aparato burocrático consistiría en simplificar y hacer fluida la relación entre gobernantes y gobernados para acercarlos, en el ejercicio del poder, a una mayor comprensión ciudadana de las medidas estatales. El enigma ronda los círculos oficiales ante la urgente necesidad de reforzar al régimen y su proyecto, o las réplicas políticas del terremoto adquieran mayor intensidad ante la crisis económica y el vacío de liderazgo por la ausencia de Rafael Correa.