El Primero de Mayo ha sido y será siempre una jornada de lucha social protagonizada por los trabajadores del mundo. Una movilización en que la iluminada sentencia de Marx: Trabajadores del mundo uníos, desdibujada en los recovecos de la historia, retoma fuerza para convertirse en una perentoria urgencia. El momento histórico del Ecuador impuso una emergencia y desafíos como una coyuntura inimaginable hasta hace algunos días, determinando una agenda nacional que nos involucra a todos.
Al gobierno nacional se le presentó la oportunidad de retomar terreno perdido en la confiabilidad del país con una disyuntiva en blanco o negro: asumir bien la tarea de manejar la emergencia y reconstruir en el menor plazo posible la zona devastada, o perder tiempo en disquisiciones y hundirse en el rechazo popular. El Presidente Rafael Correa tiene hoy la chance de reafianzarse como líder del pueblo ecuatoriano. En ese trance, el mandatario deberá escuchar su propia voz interior, con realismo y serenidad, y dejar oír su palabra orientadora con renovada credibilidad. En su cuenta de Twitter, Correa anunció: “En lugar de marchar el domingo 1 de mayo, el Gobierno, AP, la CUT, etc., hemos decidido invadir Esmeraldas y Manabí con nuestras familias. La mejor forma de continuar ayudando es dinamizando la economía local”.
La oposición, furibunda y contestataria, que hace política con una calculadora en la mano sumando errores oficiales que son amplificados por una prensa colindante y activista, tiene la opción de sumarse a la tarea de viabilizar el control de la emergencia y posponer su beligerancia. El terremoto cambió la hoja de ruta a los opositores, imponiéndoles una agenda forzada que obliga a redefinir sus cálculos desestabilizadores. Si no quiere que la tragedia pase una factura política muy elevada, deberá medir sus acciones y palabras, renunciando a la crítica ácida y malintencionada para hacer sentir una sincera dolencia ante la tragedia.
La clase trabajadora, ubicada indistintamente en la oposición al régimen o con apoyo coyuntural a ciertas medidas oficiales, tiene la chance de reunificar fuerza y poner el sello distintivo, sin sectarismos, con reivindicaciones propias del sector. En esta coyuntura política, los trabajadores atrincherados en organizaciones sindicales y federaciones clasistas deberán exhibir capacidad movilizadora al resto de la sociedad. Las centrales obreras han convocado este Primero de Mayo a una jornada unitaria, combativa y solidaria en función de los damnificados. La Central Única de Trabajadores, CUT, organizará campañas para recoger donativos en las principales ciudades del país, mientras que el Frente Unitario de Trabajadores FUT, convocó a una marcha en Quito.
Existe un dilema coyuntural: luego de la tragedia social y económica provocada por el terremoto más implacable de las últimas siete décadas, quien concite la confianza popular será aquel que, viendo más allá de la emergencia de las primeras horas del desastre, muestre decisión y capacidad de restaurar al país en plena crisis, económica, social y humanitaria. Se trata de una reconstrucción productiva que asuma la tarea de dinamizar la economia local y nacional creando fuentes de trabajo, servicios y productos relacionados, en un primer momento, con el restablecimiento de la infraestructura destruida que puede tardar algunos meses.
Este Primero de Mayo quedará en la memoria de los ecuatorianos como una efeméride en que la naturaleza se impuso por sobre la historia. Una jornada para hacer de la convivencia ciudadana un día símbolo de reivindicación y reencuentro nacional. Una inmejorable oportunidad de fortalecer el ánimo patrio con sentido de unidad, combatividad y solidaridad con nuestro pueblo.