Declarar la paz suele ser más trascendente que declarar la guerra. Más aún si ésta emerge de un acuerdo equitativo y justo, fruto del diálogo y de la voluntad política de volver a los cauces de la civilidad consciente y respetuosa entre las partes en conflicto. El esfuerzo del Gobierno colombiano y el Ejército de Liberación Nacional ELN, por consolidar un proceso de negociaciones que desemboque en una paz completa y definitiva, es digno de reconocimiento mundial. El escenario del proceso de paz es Quito, capital ecuatoriana que recibirá en forma permanente a sendas delegaciones gubernamentales y guerrilleras. El diálogo del gobierno colombiano con los grupos guerrilleros del ELN se inició en enero de 2014 para instalar un proceso similar al que avanza desde hace más de tres años en La Habana, Cuba, con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, comunistas), principal y más antiguo grupo rebelde del país.
El dialogo de Quito incluye seis puntos en la agenda: participación de la sociedad en la construcción de la paz, democracia para la paz, transformaciones para la paz, víctimas, fin del conflicto armado e implementación de los acuerdos. El objetivo común se propone erradicar la violencia de la política, ubicando en el centro el tratamiento a la situación de las víctimas y avanzar hacia la reconciliación nacional mediante la activa participación de la sociedad en la construcción de la paz estable y duradera.
Con este proceso se pone fin a 52 años de insurrección armada en Colombia protagonizada por el ELN de clara influencia de la Revolución Cubana y de la Teología de la Liberación, cuyo exponente fue el fundador del movimiento Camilo Torres, asesinado por el ejército colombiano. El conflicto colombiano, que comenzó como “una sublevación campesina en los años 1960, ha enfrentado durante más de medio siglo a guerrillas de izquierda, paramilitares de derecha y fuerzas públicas” con un saldo de 260.000 muertos, 45.000 desaparecidos y 6,8 millones de desplazados.
El diálogo de pacificación de Colombia cuenta con apoyo del gobierno ecuatoriano y se proyecta como una alternativa que deberá conducir a una paz definitiva, sobre las bases de la construcción de una sociedad más equitativa, justa e incluyente que permita escenarios de integración de los 1.500 guerrilleros del ELN y de los sectores simpatizantes en el vecino país. Se pone fin después de medio siglo a las tesis de insurrección armada de carácter revolucionario en la perspectiva de la toma del poder político, estrategia esgrimida por Ernesto Che Guevara en los años sesenta. Según fuentes militares, el “ELN tiene fuerte influencia en diferentes zonas de Colombia, en particular fronterizas con Venezuela, como los departamentos de Arauca (este) y Norte de Santander (noreste), y con Ecuador, como Nariño (sur), pero también en el centro del país, en Casanare, Boyacá y sur de Bolívar, así como en el Chocó (noroeste) y Cauca (suroeste)”. El encuentro en Quito considerado determinante para la región, supone que la historia absolverá a las partes en conflicto por haber tardado tantos años en declarar la paz. Una paz con dignidad, justicia y equidad.