La visita del presidente Barack Obama a Cuba, independientemente de los pasos que se sigan dando en el futuro, constituye un acontecimiento de enorme significación para la historia mundial y particularmente para la de América Latina. De una parte, Cuba ha demostrado al mundo que los principios sobre soberanía, dignidad y resistencia, si se los mantiene con coherencia y valentía, son capaces de imponerse a la arbitrariedad y a las políticas de corte imperialista.
De otra parte, el presidente Obama abre, para el pueblo norteamericano, una oportunidad inédita para acercarse a la comprensión de Cuba, rompiendo con los mitos y prejuicios del pasado. Con su visita, el presidente Obama ha desarmado la posición de la ultraderecha norteamericana sobre Cuba. El gobierno y el pueblo cubanos estarán orgullosos de iniciar otro trato con los EEUU, desde la esfera de sus propios intereses y esperanzas.
Ha sido la América Latina de la era de los gobiernos progresistas, democráticos y de nueva izquierda, la que ha favorecido la generación de condiciones históricas para que Cuba y EEUU culminen un acercamiento que en las circunstancias del pasado, nunca pudieron ocurrir.
Hoy, por sobre las incertidumbres abiertas con el proceso de acercamiento diplomático entre dos países otrora enfrentados a causa de la guerra fría, la presencia del presidente Obama en Cuba es un símbolo diplomático y político, que refuerza ideales, motiva reflexiones y creará inesperadas circunstancias para las relaciones internacionales entre Cuba, América Latina y los EEUU.