Víctor en la memoria
Septiembre es el mes de la memoria doliente de los chilenos. A la efeméride del 11 de este mes se unen otras fechas como el 16 de septiembre, día del asesinato de Víctor Jara que tuvo lugar en el Estadio Chile a manos de los militares que lo habían arrestado en la Universidad Técnica. Desde la sede universitaria fue llevado detenido Víctor, la mañana del 11 de septiembre de 1973 hacia ese recinto deportivo, localizado a pocas cuadras del lugar. Víctor había decidido permanecer en la sede universitaria, como lo dispuso la dirigencia de la Unidad Popular. Esa ocasión cantaría en un acto que se había organizado con presencia del presidente Salvador Allende. Luego de hacer dos llamadas telefónicas a Joan, su esposa, prepara el ánimo para quedarse hasta el día siguiente en el recinto universitario. Esa noche comparte con los estudiantes su último recital, mientras ya en la madrugada en Santiago suenan las balas de los militares golpistas. Al día siguiente, un piquete militar ubica un cañón de alto calibre frente a la casa universitaria y procede a disparar hacia las oficinas del rectorado, mientras tanto un centenar de soldados descarga sus armas contra la fachada de aluminio y vidrio del edificio. La resistencia es inútil: sus ocupantes están desarmados. La tropa militar rompe puertas y cerrojos y toma prisioneros a unas 600 personas entre estudiantes y profesores que permanecían ahí. Víctor es arrestado entre los presentes y conducido al Estadio Chile. En la platea del coliseo deportivo, junto a cientos de detenidos, el 16 de septiembre de ese año, fue torturado y asesinado con 44 impactos de bala en su cuerpo.
Activista comprometido
Quienes cocimos a Víctor en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile a donde solía asistir con su guitarra para participar en los mítines estudiantiles y veladas artísticas, evocamos a un muchacho amable, sencillo, vestido frecuentemente con poncho de lana gris. Llegaba a la sede universitaria y compartía con los estudiantes antes de interpretar canciones que serían iconos de la nueva Canción chilena como Plegaria de un labrador, Te recuerdo Amanda, Vientos del pueblo, entre otras.
La mañana que lo conocí era un día soleado del mes de mayo del año 1971. Víctor, hacía poco había participado en un mitin el 1 de mayo, organizado por la Central Única de Trabajadores. En la cafetería de los estudiantes comentó la experiencia con entusiasmo. Víctor estaba convencido de que esos eventos artísticos con participación de actores y músicos populares, eran una de las formas más efectivas de hacer crecer la unidad política a través de la convocatoria del arte. A Víctor lo vimos muchas veces cantar en los actos organizados por la Unidad Popular. Del cantautor guardamos su imagen con el pelo ensortijado y una ancha sonrisa que precedía a su voz melodiosa interpretando su música.
Un crimen de Estado
Una crónica de diario El País, de España, resume en estos términos lo sucedido ese 16 de septiembre: “Cansados y con sus manos entrelazadas en la nuca, los 600 académicos, estudiantes y funcionarios de la Universidad Técnica del Estado (UTE) tomados prisioneros por los militares golpistas iban entrando al Estadio Chile, un pequeño recinto deportivo techado cercano al palacio de La Moneda. Un oficial con lentes oscuras, rostro pintado, metralleta terciada, granadas colgando en su pecho, pistola y cuchillo corvo en el cinturón, observaba desde arriba de un cajón a los prisioneros, que habían permanecido en la universidad para defender el Gobierno del presidente socialista Salvador Allende. Era el 12 de septiembre de 1973, día siguiente del golpe militar, en el alba de la dictadura de 17 años encabezada por el general Augusto Pinochet. Con voz estentórea, el oficial repentinamente gritó al ver a un prisionero de pelo ensortijado:
-¡A ese hijo de puta me lo traen para acá! -gritó a un conscripto, recuerda el abogado Boris Navia, que caminaba en la fila de prisioneros.
-«¡A ese huevón!, ¡a ése!», le gritó al soldado, que empujó con violencia al prisionero. «¡No me lo traten como señorita, carajo!», espetó insatisfecho el oficial. Al oír la orden, el conscripto dio un culatazo al prisionero, que cayó a los pies del oficial.
-¡Así que vos soi Víctor Jara, el cantante marxista, comunista concha de tu madre, cantor de pura mierda! -gritó el oficial. Navia es uno de los testigos del juez Juan Fuentes que investigó el asesinato del cantautor, uno de los crímenes emblemáticos de la dictadura. Jara fue el trovador de la revolución socialista del Gobierno de Allende en Chile. Por el impacto y la impunidad en que están los culpables, el crimen de Jara es en Chile el equivalente al asesinato de Federico García Lorca en España.
“Nunca olvidaré el ruido de esas bota golpeando las costillas del detenido, dice Navia. Víctor sonreía. Él siempre sonreía, tenía un rostro sonriente, y eso descomponía más al militar. De repente, el oficial desenfundó la pistola. Pensé que lo iba a matar. Siguió golpeándolo con el cañón del arma. Le rompió la cabeza y el rostro de Víctor quedó cubierto por la sangre que bajaba desde su frente. Los prisioneros habían quedado pasmados mirando la escena. Cuando el oficial, conocido como El Príncipe y hasta hoy no identificado con plena certeza, se cansó de golpear, ordenó a los soldados que pusieran a Jara en un pasillo y que lo mataran si se movía. Un conscripto confesó que jugaron a la ruleta rusa antes de acribillarlo en el subterráneo”.
A finales de 2012 el juez especial de la Corte de Apelaciones de Santiago, Miguel Vásquez, dictó resolución de enjuiciamiento contra los siete militares que en esa fecha estaban a cargo de los prisioneros confinados en el Estadio Chile. Los encausados como autores del homicidio fueron Pedro Barrientos Núñez y Hugo Sánchez Marmonti y como cómplices Roberto Super O, Raúl Jofré González, Edwin Dimter Bianchi, Nelson Hasse Mazzei y Luis Bethke Wulf.
A 47 años de esos sucesos la figura de Víctor Jara se agiganta en el recuerdo y homenaje de latinoamericanos y habitantes del mundo entero que hoy escuchan su música con el dolor vivo aun en la memoria de esos días aciagos de la historia chilena. Víctor representa el artista militante, el cantor comprometido con las luchas sociales de la humanidad. Inmortal juglar, mártir del pueblo.