Roma, un barrio latino a la mexicana
México vuelve sus ojos hacía sí mismo en la mirada de Alfonso Cuarón en el filme Roma. Con fuertes trazos autobiográficos el realizador mexicano retrata un enclave barrial en el cual pasó parte de su vida, y que vale de pretexto temático para una hermosa narración cinematográfica metaforizada en el paisaje que nos recuerda cualquier barrio latinoamericano. El consenso crítico de la página web dice: Roma encuentra al escritor y director Alfonso Cuarón en un completo y apasionante dominio de su arte visual, y cuenta la historia más poderosamente personal de su carrera.
Roma, tiene la virtud de ser un filme local con significación universal: la colonia mexicana puede ser otro barrio sudamericano en su decadencia y en esa sensación de imposibilidad y desesperanza. Ambientada a principios de la década de los setenta, Roma narra la vida de una familia de clase media y su trabajadora doméstica. La película tuvo el estreno en el Festival Internacional de Cine de Venecia, el 30 de agosto de este año, en donde ganó el León de Oro. El filme se exhibió en diversas salas y casas de cultura durante pocos días, y luego en Streaming en Netflix, adquirido los derechos, el 14 de diciembre de 2018.
A un ritmo narrativo lento, de planos fijos que dejan fluir la acción de los personajes, la película de Cuarón -en sobrio blanco y negro- sugiere un clima evocativo de poética nostalgia. Roma habla del México actual sin ambages discursivos, va directo al punto esencial de sus dramas cotidianos. La sobrevivencia de una familia pequeño burguesa, vista desde la mirada de la empleada doméstica indígena, otorga al filme una cualidad adicional: la interculturalidad ya no es paternalismo ni conmiseración, es denuncia. La desintegración familiar, la amenaza de tragedia cuando la mujer salva de ahogarse a unos de los hijos, simboliza lo que subyace en la realidad social del barrio venido a menos en el que la solidaridad será un aspiracional cada vez más distante.
La modernidad y sus cantos de sirena han hecho lo suyo en una comunidad que sobrevive aislada de sí misma. México es un ejemplo de aquello, víctima de la eclosión de nuevas formas de convivencia colectiva. Algunos de sus miembros deambulan en la orfandad social y familiar en ausencia de padres y esposos. En ese contexto Roma, no obstante, insinúa un mensaje esperanzador amparado en la épica de una narración que trasciendes los linderos del entorno familiar para proponer una manera de resistencia social.
Como dato anecdótico cabe citar que el diario español El País, titulo en una nota: “La sirvienta que se ha convertido en estrella”. La reacción no se hizo esperar. Para muchos resultó ofensivo porque asumen que el medio supuso que la profesión de la actriz Yalitza Aparicio era la de empleada doméstica, y utilizó un término que podría ser peyorativo. En ambos sentidos, no cabe duda que aflora el prejuicio racista y social que el redactor del matutino español no sospecha siquiera.
Roma es producto de un acucioso registro del cineasta Alfonso Cuarón a su entorno inmediato, puesto los ojos a un México marginal en cuya retina prevalece la mirada de la protagonista indígena e indigente, que sugiere un otro discurso: aquel que ve el revés de las cosas, sin soslayar el porvenir. En ese sentido, Roma es una propuesta de nuevo tipo.